Asturias, en el homenaje al pueblo de Madrid
Hace mil años, Madrid era una villa agrícola bajo un cielo azul. Los jornaleros, entre ellos Isidro, se iban a arar los campos con el recurso energético de unos panecillos. Aquel cielo azul que sigue cautivando y embelleció, una vez más, la plaza Mayor de la ciudad en esta mañana de San Isidro.
Gentes de Madrid y de todas las regiones de España, junto con los viajeros llegados del mundo entero, abarrotaban el histórico recinto para oír cantar a España y gozar sus típicos bailes, color de trajes sobre el escenario y un sol de justicia castigando a una festera e ilusionadora multitud.
Al igual que siempre, el Centro Asturiano de Madrid acudió con su banda de gaitas y grupo de baile para ofrecer jota y xiringüelu y hacernos llegar, entre otras piezas, a la gaita, la “Marcha de Belmonte”, cerrando con “Asturias, patria querida”, coreado por gran número de asistentes. Impresionante.
Gaitas y danzas de Asturias sobre un escenario colocado ante la llamada Casa de la Panadería, tras de cuyos balcones, en febrero de 1780, pronunciara Jovellanos un brillante discurso al ingresar como miembro de la Real Academia de la Historia.
Preciosa mañana en esta acogedora ciudad que “acoge y no escoge”, que ofreció trabajo, estudios y oportunidades a cuantos llegaron a ella desde todos los rincones de España. Gentes que acaso llegaron con la idea de conquistar Madrid pero fueron conquistados por el alma madrileña, generosa y muchas veces heroica, que sería, además, cuna de sus hijos. De ahí el homenaje que todos los años rinden las casas regionales al pueblo de Madrid en la mañana de San Isidro.
Está claro que cuando las regiones acuden con sus típicas canciones y bailes, con su colorido y una juventud que se apoya en el folclórico hacer y entender de sus mayores, cuando esto sucede, pues, nos muestran una España trabajadora, de bien querer y cantar, bella, unida y mucho más alegre y amada de lo que solemos verla en lo cotidiano.
Bien es verdad que don Gaspar Melchor de Jovellanos, en sus últimas palabras, en Puerto de Vega, dijo aquello de “Nación sin cabeza”. Pero de eso hace más de doscientos años, y hoy, frente a esta Casa de la Panadería, queremos creer que el paso y la lección de dos siglos habrán servido para algo.
Sin embargo, y si hubiera que curarse en salud con respecto a España, nos gustaría añadir: “Ansias en tu ser derraman/ y del botín quieren parte;/ muchos son a dominarte/ y muy pocos los que te aman”.
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