Agradecimiento de la familia de José Antonio Remis Peñayos
“Érase una vez un hombre que vivió a la sombra del genio y al lado del talento, que ejerció sin embargo una cualidad aún más grande: la bondad”
Así podría comenzar su propia historia novelada, esa que todos los que le quisisteis no necesitáis leer. Vivió con intensidad, recibiendo inmensas alegrías a la vez que inmensas penas... simplemente vivió.
“Érase una vez un hombre cuya existencia transcurrió en un lugar idílico llamado Tornín, donde sus habitantes hacen de la fraternidad, tan a menudo olvidada, el objetivo de sus vidas”.
“Érase una vez un hombre”... sois libres de comenzar la historia como queráis y desarrollarla como creáis conveniente. Nosotros, su familia, deseamos terminar la narración así:
“Y en aquellos momentos llenos de oscuridad y tristeza se vinieron a la mente los días de la niñez junto a Nanel y Mari Carmen, las charlas con Bety en el Bodegón: aquellos viajes por la carretera del cariño con Javier, a los que más tarde se apuntó Silvia sin condiciones, las tertulias musicales con Narciso, la fiesta de San Juan el “Degolláu” con don Luis, Alfredo y Marián, Marilá y Armando, Antón y María José... siempre pensando en las hermosas notas de la gaita de Oscarín “el nuestru”...
Y marchó, envuelto en el redoble del tambor y las geniales notas de la gaita de Tejedor y Oscarín, emulando esa foto repetida cientos de veces delante de la iglesia de Cangues con su padre. No se me antoja forma más hermosa de partir hacia la eternidad.
La palabra “gracias” adquiere su mayor sentido con nombres como Javier, Silvia, Ángeles, Elena, Nanel, Bety, Hevia, Tejedor, Oscarín, Varillas, María... así como sus compañeros de trabajo, de inquietudes políticas... tantas personas y tantos nombres que no cabrían aquí, todos esenciales en su vida y su muerte. La palabra “gracias” crece y aumenta, cuando la paseamos por las calles entre la gente de Cangas, Amieva, Ponga, Onís, Parres...
Sabemos que no es una carta de agradecimiento al uso, decirle a Josemar Carbajal que nos conmovió profundamente su sabia manera de moldear las palabras, que sanamente envidiamos.
Intentaremos ser dignos de tanto amor recibido, os regalamos las palabras de su epitafio, para que en momentos de debilidad, le recordemos y aflore lo mejor de nosotros mismos y una sonrisa.
“Su magisterio: la lealtad, la bondad y la cultura”
Tu familia jamás te olvidará.
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