San Pedro de la Ribera sin bandera aul
Todos los medios de comunicación se han hecho eco de la retirada de la bandera azul a las playas de San Pedro de la Ribera y de la Concha de Artedo. El simple hecho de la retirada viene a demostrar la gravedad de un estado de cosas que reflejan el progresivo abandono de un espacio singular en sus cualidades naturales y paisajísticas, que ya en el siglo XVIII fue señalado como modélico por algunos viajeros.
Muy lejos de afrontar su responsabilidad inexcusable en la conservación adecuada de la playa de San Pedro para que sirva de justo disfrute a los usuarios y veraneantes, la presidenta de la Gestora Municipal de Cudillero ha encontrado una fórmula pobre y extravagante para justificar en este caso su claro desgobierno y su falta de cualidades para defender los derechos básicos de los vecinos de San Pedro y de la parroquia de Soto de Luiña. Sus declaraciones no tienen desperdicio como reflejo de su incapacidad no sólo para resolver simples problemas, sino también para pensar en soluciones fáciles y urgentes a los retos elementales que se presentan a los vecinos y a su nivel de vida.
Señalar el coste de los trámites para renovar la concesión de la bandera azul como disculpa político-administrativa sin hacer referencia al daño que causa es de una simpleza insultante, cuando se están cargando abusivos impuestos a los ciudadanos, que no reciben mejores servicios, sino que se encuentran ante una progresiva degradación de su entorno y de los más elementales derechos de atención.
Pero no contenta con esta disculpa infantil, alimenta su arrogancia e ignorancia con la creencia expresa de que tanto la playa de San Pedro como la de Artedo no son las más visitadas del concejo. No quiere ver y no quiere saber la verdad, pues todo el mundo sabe que ambas playas reciben a miles de personas a lo largo del verano, y que son el primer atractivo turístico de esta zona.
Y aquí está lo verdaderamente grave, pues la playa de San Pedro es en particular el motor casi único de una actividad económica centrada en el turismo, que da vida sostenible a la parroquia a lo largo del año. Con el desprecio que señalan sus declaraciones, la presidenta de la Gestora atenta contra el primer recurso económico con el que cuenta esta parroquia y con ello obstaculiza y margina su presente y su futuro.
Finalizando el mes de mayo y a las puertas de la temporada veraniega, la playa de San Pedro es ahora la viva imagen de la desidia y el abandono, con suciedad incontrolada, la vegetación campando a sus anchas, papeleras rotas o inutilizadas y el edificio de servicios en franco deterioro, como una ruina ya inservible.
Con este estado de cosas, resulta difícil pensar que exista una solución a corto plazo, pero queda la esperanza de que un nuevo ayuntamiento más sensato y al servicio de los intereses de todos los ciudadanos reconduzca una situación ahora extrema, que perjudica de modo muy serio a este espacio privilegiado, que fue y es fuente de toda clase de riquezas.
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