Bodas de plata

2 de Junio del 2015 - Adelina Fidalgo Hernández (Caborana (Aller))

Acabo de leer la carta que usted nos ha escrito con motivo de los veinticinco años que lleva al servicio de Dios y de los seres que encuentra en su camino. Por tanto, le felicito en nombre de eta comunidad parroquial que así lo desea y yo se lo trasmito. Gracias por hacernos partícipes de sus vivencias que relata con humildad y la mayor sencillez, algunas nada fáciles, pero de las que seguro ha salido reforzado para continuar con su labor pastoral.

Hoy, en un día tan especial, quizás el más feliz de su vida, a través de esta misiva le deseamos de todo corazón que Dios siga guiando sus pasos en estos tiempos difíciles, para que logre sus objetivos y se cumplan todos sus sueños de hacer el bien, sabe que lo que se siembra tarde más o menos dará su fruto, y si los vientos soplan fuerte, aferrarse a la fe es el mejor puntal para sostenerse.

También en su carta con un gesto de humildad pide disculpas por sus fallos, nosotros le pedimos que perdone nuestros errores, nadie somos perfectos, somos humanos, y por tanto no deben importarnos los censores, solo Dios tiene la potestad para juzgarnos.

Le agradecemos sus esfuerzos y sus logros por cuanto ha hecho en esta preciosa iglesia, que para no extenderme ahí lo dejo, está para ver; pero un hecho muy especial que le honra y no quiero pasar por alto, merece ser mencionado en el que nos demuestra que para usted no hay gente ni de primera ni de segunda ni de tercera. Hace unos años falleció un señor muy querido por todos, no era de la alta sociedad de esos que gozan de tantos privilegios algunos sin haber hecho nada para merecerlos; él era humilde, muy humilde, con cargas familiares muy duras, pero con mucha dignidad y con una elegancia innata que solo da la madre naturaleza. Carecía de muchísimas cosas materiales, pero cada día nos regalaba algo tan valioso como una sonrisa y unas palabras llenas de afecto y respeto.

A nuestro vecino y amigo le hizo un funeral como si fuera el Rey, la iglesia llena de luz, con cánticos, y las palabras elocuentes y emotivas que le dedicó a él y a su familia, que fue la primera sorprendida, no se lo esperaban ni sabían cómo agradecérselo. Gracias de verdad. De todos los humildes entre los que me cuento. Gracias porque en situaciones difíciles de la vida, el don de la palabra mitiga cualquier dolor.

Que disfrute de este día y reciba este testimonio como un pequeño regalo que le hacemos en Caborana.

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