Demografía y pensiones de jubilación
Censo a censo, estadística a estadística, fácilmente se puede comprobar que nuestra comunidad autónoma, Asturias, es incapaz de frenar la sangría demográfica que amenaza el bienestar de sus generaciones futuras, que, por otra parte, serán pocas y envejecidas. La situación es bastante límite ya en las zonas más rurales del interior, donde el aviso de quedar deshabitadas es más que evidente debido a la escasez de nacimientos y a la emigración paulatina hacia núcleos urbanos. El pasado año 2014, en nuestra región ha habido el doble de muertes que de nacimientos.
Y en el ámbito nacional, el problema de la demografía también está latente.
Resguardado tras la crisis económica que estamos padeciendo se esconde otro monstruo igual de ruinoso aunque, en la actualidad, no tenga la misma repercusión mediática y social. Se trata del crac demográfico que en Asturias sufrimos con especial intensidad y que amenaza con poner patas arriba nuestro sistema de vida.
El estudio que hace poco tiempo presentó en el Parlamento europeo el Instituto de Política Familiar debería activar todas las alarmas. Sus datos estremecen: España es el quinto país de la Unión Europea en peor situación demográfica, un club al que también tienen el honor de pertenecer Alemania, Italia,Portugal y Grecia.
Las mujeres españolas son las europeas que más tarde tienen hijos, y las terceras que menos tienen; en el año 2050, la población en edad de jubilación duplicará a los menores de 15 años y, en 2080 Europa puede hundirse en el terrorífico abismo de la inversión de la pirámide poblacional. Es el nuestro un continente en el que siete de cada diez hogares no tiene hijos, en el que ya hay veinticinco millones de almas con 80 o más años, y en el que la tasa anual de nacimientos se ha desplomado un 16% en el último cuarto de siglo.
Parece claro que con semejante tendencia no hay Estado del bienestar que resista en pie, y que lo primero que amenaza con llevarse por delante el vendaval de la insostenibilidad demográfica es, ni más ni menos, que nuestro sistema de pensiones.
Los planteamientos del Instituto Nacional de Estadística (INE) llevan un tiempo alertando de que prácticamente la mitad de la población española, en el año 2049, no estará en edad de trabajar, fecha ésta que puede sonar a muy lejana, pero a estos efectos está a la vuelta de la esquina.
Con la evolución actual, el número de habitantes de España solo crecería 2,1 millones en los próximos cuarenta años y habrá el doble de mayores de 64 años, hasta casi el 32% del total. A la vista de este aluvión de datos negativos, sorprende y mucho que las instituciones europeas, el Gobierno central y nuestra autonomía, no hayan lanzado planes contundentes de reactivación de la demografía.
Y preocupa, y mucho, a muchísima gente que la alternativa a la actual estructura de poder como se presenta Podemos defienda la reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales y la jubilación a los 60 años. Lo plantea Pablo Iglesias Turrión, aunque no es capaz de explicarnos cómo vamos a dejar de trabajar antes sin provocar la bancarrota de las pensiones de jubilación.
Por muy indignados que estemos, propuestas voluntaristas de este tipo nos llevan a hacernos la madre de todas las preguntas: ¿podemos?
Bueno, sí, Podemos... ir a peor.
José Antonio Gutiérrez González
Piedras Blancas
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