Asustando a los nenos
Era de esperar que el crecimiento de las nuevas ofertas políticas y el bajón de todas las tradicionales trajera una granizada de advertencias de toda clase y una invocación al pánico. Los empresarios millonarios, los altos cargos vitalicios, la prensa amiga... presienten peligrar su sistema y asustan al personal con el cuento del lobo que viene, más feroz que nunca, a mordernos en la nuca y llevarse a los niños a la guarida.
Nada nuevo. Aunque a mí, particularmente, me indigna tal actitud, ya que el panorama moralmente deleznable que tenemos ha sido propiciado por quienes estuvieron al timón hasta ahora, no sé por qué mencionan a lobos ultramarinos cuando aquí mismo tenemos buenas manadas, y hienas, buitres, ratas y gusanos medrando en un ecosistema favorable. Sobran ejemplos estos días, desde corruptos legendarios hasta aspirantes de medio pelo, pasando, claro, por príncipes del odio que cada día desde antenas o columnas vierten su bilis personal sin contrastar ni una sola de sus palabras.
Pero quiero destacar un ejemplo pintoresco, que es el epítome de la que está cayendo. Se trata de toda una señora exministra, ya olvidada, que destacó por una locuacidad de tercero de párvulos y por impulsar debidamente la devastación de un país para anular unas armas fantasmas de destrucción masiva. A esta joya del pensamiento universal se le ha ocurrido comparar a las nuevas emergencias legalmente constituidas y avaladas por cierto respaldo popular con el III Reich, Isis, el castrismo, los goles en fuera de juego y todo lo malo habido y por haber, así, sin anestesia.
Trasciende en estos días de la comunidad científica que en el osario de una sima de Atapuerca alguno de los cráneos invita a considerar un crimen de hace medio millón de años. Pronto algunos personajes de esta ralea compartirán el bulo de que desde alguna plataforma ciudadana de aquellos entonces no se censuró tal acto según muestran las marcas de humo de una cuarcita. En fin.
Para mí que detrás de algunas de estas declaraciones de unos y otros hay, además, una alarmante falta de medicación o, tal vez, un exceso, o abuso, de ella.
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