Vergüenza deportiva
El pasado fin de semana tuvo connotaciones deportivas, más de lo que suele ser habitual. A parte de la gran alegría que el club de fútbol de Oviedo dio a sus aficionados, destacaron especialmente dos acontecimientos: la victoria del FC Barcelona en la Copa del Rey y la victoria de Alberto Contador en el Giro de Italia. Hasta aquí todo normal si no fuese por un pequeño detalle común a ambas celebraciones: la falta de respeto a la nación en la que han crecido los deportistas.
En la primera, las aficiones de los dos clubs de fútbol finalistas pitaron y pitaron en contra del himno nacional, con la intención de ahogarlo. Lo bueno es que a pesar de los esfuerzos de miles de personas, la música siguió sonando y se oyó perfectamente.
En la segunda, mientras sonaba el himno de nuestra nación en honor al gran Contador, nuestro compatriota (quizás a su pesar) Mikel Landa, vasco de nacimiento y tercer clasificado en el Giro, no tuvo la educación de descubrir su cabeza, como lo hicieron los otros dos corredores que le acompañaron en el podio, el ya mencionado Contador y el italiano Fabio Aru, segundo clasificado.
A todos estos, aficionados y deportista, solo hay que hacerles una aclaración: una cosa son los sentimientos, respetables en todo momento y otra cosa muy distinta la educación. Si por la sangre que corre por sus venas no sienten a España como su propia nación, cuando suena el himno nacional no hace falta que voten de alegría pero tampoco deben de faltarle el respeto. Únicamente tienen que mantener las formas y llevar a la práctica las normas de educación básicas que, quiero pensar, sus padres les inculcaron.
Que no se le olvide a nadie que la máxima de cualquier deporte es el respeto.
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