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Demóstenes, Voltaire y el Himno Nacional

2 de Junio del 2015 - Sara Paz Suárez (Los Campos)

La Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte ha abierto expediente informativo a los promotores de la pitada al himno nacional en la Final de la Copa del Rey. Esta acción viene acompañada de otras múltiples muestras de condena y repulsa, así como ha provocado un sinfín de comentarios y acusaciones terribles en las redes sociales contra los seguidores del F.C. Barcelona y el Athletic de Bilbao.

Lo que realmente debería preocuparnos, no es el ejercicio colectivo de una manifestación política con la que se puede estar de acuerdo o no, sino la total y absoluta falta de cultura democrática y política en nuestro país, no sólo de los ciudadanos y ciudadanas de a pie sino también de nuestras instituciones.

Uno de los pilares básicos de cualquier democracia es el derecho a la libertad de expresión. Derecho recogido en el artículo 20 de la Constitución Española sí esa que no se puede reformar porque es fruto del consenso de los españoles- así como en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, La Declaración Universal de los Derechos Humanos y que ya venía recogida en Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 o era defendida por Demóstenes en el siglo IV a.C que proclamaba que no podía caer sobre un pueblo peor desgracia que la privación de la libertad de palabra.

En nuestro país en pleno siglo XXI aún no hemos tomado conciencia del contenido del derecho a la libertad de expresión. Esta libertad protege la difusión de ideas o pensamientos socialmente aceptables y compartidos, pero también y especialmente, la de aquellos postulados, ideas u opiniones que puedan ofender o inquietar al Estado o a una fracción cualquiera de la población en palabras del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Es más, invito a todos y todas las lectoras a investigar sobre el caso Texas vs. Johnson. En un país donde el patriotismo es ensalzado hasta niveles inimaginables en Europa, el propio Tribunal Supremo de los Estados Unidos avaló la quema de la bandera estadounidense como un acto de libertad de expresión y por tanto un derecho de todo ciudadano estadounidense protegido por la Constitución norteamericana.

Frente a estas posiciones más democráticas, en España nos encontramos no sólo con una sociedad sino con unas instituciones e incluso un Código Penal que pretende sancionar la pitada al himno nacional o persigue punitivamente la quema de la enseña nacional. ¿Acaso no es libre de cada individuo para no identificarse con símbolos políticos que no sean de su agrado? ¿Acaso la crítica y la opinión han de ser censuradas por el mero hecho de ofender a la mayoría? ¿Acaso no tenemos derecho los españoles a no sentirnos representados por un himno y una bandera monárquica símbolos de un sistema de heredad por vía vaginal de la más alta representación del Estado? Vivimos en un país donde si algo no es del agrado o es incomprensible para la gran mayoría ha de ser prohibido y perseguido, una concepción neofascista de la democracia actual que demuestra una vez más que los cimientos en los que se apoya nuestro sistema político y por tanto sus símbolos, distan mucho de tener origen democrático.

En definitiva, si queremos Democracia hemos de empezar por practicarla y uno de los primeros pasos es asumir la diversidad y pluralidad de opiniones mayoritarias y minoritarias y su derecho a existir y ser transmitidas. Pues la libertad de expresión es uno de los fundamentos del resto de derechos y libertades del individuo.

En un país como España donde apenas triunfó el pensamiento liberal-revolucionario francés y tras décadas de fascismo, quizás va siendo hora de que los españoles y españolas aprendamos una gran y valiosa lección democrática: algunas opiniones nos molestarán, otras las compartiremos, pero no os preocupéis tanto del contenido de la crítica o de la expresión sino preocuparos de que todos podamos hacerla en la libertad. Recordad a Voltaire que ya decía hace trescientos añosNo estoy de acuerdo con lo que usted dice pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo

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