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Carta abierta a mi amigo Chus (Jesús María)

5 de Junio del 2015 - Alfredo Valdés Blanco (Laviana)

Querido Chus:

En virtud de la “libertad de expresión”, quiero expresarte mi sentimiento y pena ante la “noticia bomba”.

Un 29 de mayo, llegaba a la sacristía de la Iglesiona después de haber salido del confesionario. Me enteraba entonces de que había salido en internet y otros medios de comunicación la noticia. Sinceramente, te digo que me resultó dolorosa y con mucha pena por mi parte. No en vano somos de Laviana; tu madre y mi madre, conocidas y amigas. Como te decía, la noticia me resultó muy penosa. Pero, además, en tu búsqueda por encontrar a un sacerdote que casara a unos amigos tuyos de Gijón, diste con Alfredín de Laviana; hablamos por teléfono...; te dije que hablaras con el párroco de Cabueñes, y que, por mi parte, iría a casar a tus amigos...

“No te preocupes”, me dijiste, “yo voy de calle, bien vestido, y te hago de monaguillo...”.

Ante la noticia del viernes por la tarde, me planteé ese “servicio de monaguillo”. La boda era el sábado, 30 de mayo, a las cinco de la tarde, en la parroquia de Cabueñes. “Chus”, te dije, “no veo oportuno ni conveniente que me hagas de monaguillo; no te pongas en el altar, por favor. Vete a la boda, si quieres, pero entre los invitados”. Fuiste honesto, en ese momento; tampoco fuiste a la boda, y eso me pareció mejor aún.

Te confieso que ese 30 de mayo fue para mí un día agridulce. Celebraba yo, en silencio, el 61.º aniversario de mi ordenación sacerdotal, un 30 de mayo de 1954 y en Covadonga.

Hasta aquí, Chus, la anécdota de nuestro encuentro en Gijón hace tres días.

Paso ahora a relatar otros “fortuitos encuentros” en las calles de Gijón. Ya estabas apartado del servicio de las parroquias; lo mismo que de tu enseñanza de religión en diversos sitios... Esa “bomba escondida” te amenazaba con explotar. Hablamos, pero era imposible dialogar contigo. Solamente tú tenías razón. Y, por si fuera poca esa intransigencia tuya, se te llenaba la boca de despropósitos contra el Arzobispo, el obispo auxiliar, los curas en general... Me decías que “el origen de todo es que el Arzobispo no me puede ni ver y me quiere quitar de delante. Alguna vez, medio en broma, medio en serio, te decía que por qué no te ibas a un monasterio a rezar y a hacer penitencia...

Chus del alma mía... esa bomba que hubo de ser escondida, oculta... al final tenía que explotar e hizo daño... A mí mucho, aunque sabía su sitio.

Me decías que tienes muchos amigos en Gijón. ¿Y tus amigos y tú mismo creéis que desde el Papa hasta el último de nuestros obispos “están en Babia” y te calumnian? ¿O eres tú el que estas calumniando, junto con tus “amigos” que te amplifican la voz?

Chus, también en LA NUEVA ESPAÑA un amigo tuyo dice esta frase: “Yo también quiero justicia aquí, en la Tierra, donde quiero vivir. Que nadie me espere en el cielo”. Dile a ese amigo tuyo que tu madre y la mía, a ti y a mí, nos esperan en el cielo...

¡Vaya fracaso, Chusín, si al final tú y yo no nos encontráramos con ellas en el cielo!

Un abrazo y que Dios nos ilumine a todos.

Alfredo Valdés Blanco, sacerdote, Alfredín el de Laviana

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