Trabajo, clientelismo y poder municipal
A ningún ciudadano que preste un mínimo de atención al funcionamiento de los pequeños ayuntamientos en Asturias se le escapa que estas pequeñas instituciones públicas son en muchos concejos los mayores creadores de puestos de trabajo.
Esta circunstancia no tendría nada de particular, sobre todo en estos tiempos de crisis económica y de falta de empleo, si no fuera porque en la mayoría de los casos los ayuntamientos se convierten en auténticos paraguas de la corrupción, el amiguismo clientelar y el pago de favores en forma del llamado voto cautivo.
Pongamos como ejemplo más cercano el Ayuntamiento de Pravia; en estos momentos podemos decir, sin riesgo a equivocarnos demasiado, que tras la empresa Terpla, de Quintana, el Consistorio local da empleo a unas 80 personas; una cifra por encima de la de Cafés Toscaf y muy superior también a la de Informática que capitanea el empresario local Higinio Iglesias López.
Como se puede observar, pues, el Ayuntamiento es la segunda “empresa” empleadora del concejo. Ahora bien, vayamos con la parte que más nos interesa analizar desde el punto de vista político: ¿cómo se contrata?, ¿quién contrata? y, sobre todo, ¿a cambio de qué?...
Parece lógico pensar que el acceso a un puesto de trabajo no debería llevar implícito el de la ideología política de la persona que intenta conseguirlo; sin embargo y por desgracia, esto no ocurre cuando se trata de hacerlo para un Ayuntamiento, donde “el jefe” pertenece a unas siglas políticas determinadas, con las cuales se hace casi imprescindible ser afín. De ahí que los alcaldes que más tiempo se han perpetuado en sus cargos han sido precisamente aquellos que durante los años han ido tejiendo en torno a sí una red clientelar y de amiguismo (el caso más reciente lo hemos tenido en el vecino Ayuntamiento de Cudillero, con un alcalde que estuvo más de veinte años, y al que sólo la avaricia de ser diputado lo alejó del Ayuntamiento, y al fin también de la política). La premisa suele ser siempre la misma: yo te meto a trabajar en el Ayuntamiento (temporal o indefinidamente) a cambio de que me des tu voto. Por eso es muy importante darnos cuenta que cuantos más años un alcalde permanezca en el cargo, mayor será esa red clientelar que lo va a seguir manteniendo en el poder; pues no debemos olvidar que ningún perro se atreve a morder la mano del amo que le da de comer diariamente.
Antonio de Luis Solar lleva doce años de alcalde, demasiado tiempo ya para no haber cumplido con sus objetivos para el concejo; sin embargo, siempre estará la disculpa de lo que “no se pudo o no me dejaron hacer”. Por todo ello –y sobre todo por el bien de la democracia– una de las cosas que más prisa corre cambiar es la ley Electoral, y con ella el de limitar los períodos de mandato a sólo dos legislaturas; de esta manera evitaremos, en parte, que el clientelismo laboral en los pequeños ayuntamientos no nos propicie tener alcaldes caciques como en los mejores tiempos de la dictadura franquista...
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