El cortejo a los emergentes
Este año en España (observen que digo en España, pues soy español y no me avergüenzo de serlo, tal como demuestran tantos políticos, que parece que les produce sarpullido el nombre de nuestro país y siempre lo sustituyen por cualquier cosa para no nombrarlo) tuvimos hace escasas fechas elecciones municipales y autonómicas y, entre el hartazgo de unos y el pasotismo de otros, el caso es que el resultado de las urnas no ha dejado clara la postura de los españoles para poder formar gobiernos tanto municipales como autonómicos sin que los hasta ahora partidos mayoritarios se vean en la necesidad de tener que pactar con los partidos emergentes, para poder hacerse con el poder en las diecisiete autonomías y en los miles de municipios en que tenemos dividida nuestra pisoteada España.
Ahora andan unos y otros haciendo el cortejo para ver a quién ligar, y la cosa se ve que, aunque los emergentes andan sobrados de pretendientes, están resultando respondones y exigentes y no se dejan llevar al huerto tan fácil como se pensaban quienes estaban hasta ahora acostumbrados a ser los reyes del baile sin rival que les estorbara.
Parece ser que llegó el momento del relevo y el pueblo ya no aguanta más. En mi opinión, son demasiados años de componendas, mentiras y promesas incumplidas, de una y otra parte, y a medida que los jóvenes van llegando a la mayoría de edad y tienen derecho al voto, el panorama político va cambiando. Sabido es que en democracia tiene el mismo valor el voto de un ignorante o necio que el de una persona culta y bien formada, y por desgracia en España creo que cuando se estableció el sistema democrático aún era muy alto el porcentaje de personas con derecho a voto a las que se nos podía engañar fácilmente por falta de formación y criterio aceptable, y podía más la pasión que la razón.
Ahora, como en todo tiempo de cambio o transición, queda por ver la consecuencia de todo esto. Esperemos que quienes pasen a gobernar de ahora en adelante acierten a hacer las cosas bien, que nos salgan formales y no caigan en corruptelas, y que cumplan lo prometido. De ello dependerá que podamos salir del pozo en que unos y otros nos metieron o, por el contrario, nos hundamos aun más de lo que estamos.
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