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Entre la verdad y la moda

19 de Junio del 2015 - Justó Roldán (Oviedo)

Ya ha pasado el 24 M. Ya han llegado algunos a las Instituciones, con el slogan de una cierta inmaculada limpieza, con un cierto look personal, que no es ninguna moda, si no la vuelta de una moda pasada. Lo mismo, que ya aburre, esta platica tan aburrida como ramplona, de autoproclamarse los buenos, los honrados, y los impolutos, con la que nos invaden un día sí, y otro también.

Aquel o aquellos, que no han tenido nunca relación alguna, con los órganos donde se adquiere poder y popularidad, no es de extrañar que nada les haya que reprochar, en los aspectos que ellos reprochan a los demás, Nadie ha investigado en sus vidas privadas, ni profesionales; por lo tanto desconocemos, su decencia y su aplicación de la justicia, así como las bases en que se asientan estas.

Si acaso, conocemos la ideología que defienden, propia de la edad, pero muy poco efectiva de cara a una sociedad que ya ha pasado, y sobrepasado, por todas esas etapas que hoy resucitan algunos jóvenes, extraídas del fondo del baúl de la historia, económica social y filosófica ya superadas por la modernidad.

Pretender imponer ideas viejas a problemas nuevos, es simplemente un plagio. Por tanto, no hay en ello nada de novedoso; ni mucho menos, nada que tenga cierta base de credibilidad probada, no llevada a efecto por como dicen los autores- la tiranía de la sociedad capitalista. Si existe en cada generación, un torrente de juventud, que como es normal en esa etapa de la biología humana, es de por sí rebelde, inconformista y hasta mal educada, (en lo que entendemos por educación, aprendida y mejorada con el paso de los años), no significa ningún progreso, todo lo más, una etapa pasajera, como lo es la pubertad, previa a la madurez, que trae en el estudio, la experiencia y el devenir de la vida a través del paso de los años.

Para ellos un sexagenario, es un ancestro suyo, anclado en casi casi la prehistoria social. Sus racionamientos ni siquiera se llevan a debate, por antiguos y hasta por contaminados de una época donde los principios del bien, del mal, del existencialismo, y de la negación al relativismo, han sido influidos por las corrientes capitalistas dominantes, cuando no por la religión. Ni siquiera entran a debatir; ni filosófica ni empíricamente, ni la historia, ni la tradición ni siquiera lo ya sobrepasado a partir de la Revolución francesa y que solo ha supuesto una irracional masacre de seres humanos, para terminar volviendo a reconocer aquello que en la toma de las Bastilla se entendía como libertad. Muy al contrario, lees y oyes en sus singulares discursos, las mismas consignas, las mismas demagogias utilizadas, por la Internacional comunista primero, y por el nacional socialismo después. No quieren escuchar, y menos debatir sobre la naturaleza de la pobreza y de la riqueza de las naciones. Juegan a un populismo apoyado en el pobre y en contra del rico, sin pararse a analizar, porque el pobre es pobre y el rico es rico, y a luchar por una sociedad utópica, donde no haya ricos, en vez de que no haya pobres. Ellos, solo ven, como sus antecesores ideológicos, una razón: la existencia de clases. Por eso, vuelven de nuevo, a intentar eliminar las clases, atizando el odio entre los hombres, sin siquiera analizar por qué existen estas.

Hace veintiún siglos, el Hijo de un carpintero, nacido en el Oriente, pero aun a la cabeza del mundo, ya lo menciono que pobres lo habrá siempre. Pues bien, desde ese momento, los hombres de todas las generaciones, han intentado demostrar lo contrario: es decir: Terminar con la pobreza en el mundo. ¿Alguien puede afirmar científicamente, que gracias a la sola acción del ser humano, los pobres han desaparecido de la faz de la tierra?

Me temo, que desgraciadamente no; si acaso va desapareciendo la miseria, haya donde, el ser humano tiene claro la defensa de su dignidad. Uno, porque quien así profetizo, para los cristianos es el mismo Dios. Y otro, porque la pobreza de las personas, no siempre va unida a la explotación del hombre por el hombre. La libertad de la que gozamos todos, no nos obliga a ser: Ni prudentes, ni ahorradores, ni siquiera previsores; como tampoco nos obliga, ni a trabajar ni a ser previsores. Por eso, las causas de la pobreza también pueden ser consecuencia del libre albedrío de los seres humanos. De ahí, que resulte tan difícil, el hacer felices a las personas, en contra de su voluntad.

Por todo ello, cuando hablamos de renovaciones generacionales. De viejos ya obsoletos en sus ideas, que deben de dejar paso a una juventud regeneradora, con nuevos aires, nuevas ideas y provistos del impulso físico que les da la misma, no analizamos más que eso: Lo joven. Pocos se paran en hacer un análisis de sus nuevas ideas, y mucho menos a considerar que la juventud, no es de por si sinónimo ni de: Bueno, justo, verdadero, ni honrado. La historia de la humanidad, ya ha pasado, sobrepasado y comprendido, la opinión que Aristóteles, tenia de la juventud. Por eso, se aprecia en lo que vale, Se reconoce su función regeneradora de sociedad, pero no por ello, se les da un cheque en blanco, para que esa rebeldía, pueda - por pasajera- hacer un daño irreparable a la sociedad actual, nacida también de juventudes rebeldes y que la han llevado, a los mal altos estados de bienestar y justicia, conocidos hasta ahora.

De ahí, que existen verdades inmutables: Verdades que se han demostrado muy superiores, a las modas de cualquier época. Que se puede debatir sobre ellas, discrepar de ellas, pero así y con todo, siguen y seguirán siendo verdades. Como también es verdad, que existen modas, Modas en el atuendo y en la imagen personal. Atuendos que fueron revolucionarios, como el mono de trabajo en su momento, la pana en otro, y las barbas, bigote y pelo, según la época. En resumen, la moda es un cajón de sastre, donde cada cierto tiempo, lo que está en el fondo, se sitúa arriba, y lo que está arriba, se pasa al fondo. Y así sucesivamente.

Por tanto, ni la moda, ni la apariencia tampoco son garantía de justicia, honradez verdad, o razón. La naturaleza es sabia, y fuera de ella el caos. De ahí que la madurez siempre sea una garantía, para encauzar el ímpetu de una juventud de siempre rebelde, pero no tiene en exclusividad nada.

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