Las enfermeras y los partidos políticos
Hace unas semanas, en plena campaña electoral de los comicios municipales y autonómicos, asistí a una mesa redonda en la que la Asociación de Enfermería de Asturias convocó a los siete partidos políticos que se presentaban en la Comunidad Autónoma para hablar de enfermería (se puede ver información en la web de la asociación).
Ya en aquel momento sentí ganas de reflexionar en voz alta, pero no lo hice para que no se pensase que intentaba orientar el voto de las enfermeras, cosa tan pretenciosa como absurda y lejos de mi intención. Las enfermeras, al igual que el resto de los ciudadanos, han sabido qué votar el 15M, aunque haya a quien le cueste creerlo y entenderlo.
De los siete representantes políticos sólo una era enfermera, los otros eran cirujano, epidemiólogo, psicólogo, pediatra y dos profesionales no sanitarios. Algunos reconocieron abiertamente que sabían poco de enfermería, otros dijeron que sólo iban a escuchar y todos demostraron que, efectivamente, no sabían mucho del tema para el que se les había convocado y a donde los partidos, por respeto, deberían haber acudido con los deberes hechos.
En la mesa se aprovechó la ocasión para el hostigamiento entre los partidos, tal como acostumbran, y se habló de muchas cosas y algunas de cierto interés: sanidad pública, paro, derechos laborales, satisfacción de los usuarios... pero de enfermería muy poco y entre esto poco hubo que escuchar cosas como que quizás el problema estaba en que había demasiadas enfermeras y se seguía formando en exceso, evidentemente quien lo dijo desconocía conceptos básicos de demografía profesional e ignoraba los datos de entidades como el INE o la OCDE que indican que España está a la cola de Europa en número de enfermeras. También hubo quien preguntó al auditorio si estaba sordo por no entender sus propuestas. Días después, las urnas demostraron que era su partido el que padecía hipoacusia respecto a las necesidades de la sociedad. Otro llevó la demostración al campo personal diciendo que algunas veces sus enfermeras lo reñían a él y no pasaba nada. Sin comentarios. Y así un montón de flores más que compusieron un polícromo jardín del bochorno.
La disciplina enfermera hace tiempo que ha alcanzado las más altas cotas académicas y ya está normalizado su acceso a másteres y doctorados, también ha alcanzado altos niveles de reconocida eficacia y eficiencia por su excelente formación de grado y de especialidades donde no se abandona la visión global de la persona. La labor de las enfermeras es reconocida por la población, que en cada encuesta de satisfacción las puntúa por encima del resto de profesionales. Ya sólo falta que los responsables políticos tomen conciencia de ello y lo utilicen para seguir mejorando la atención a los ciudadanos a los que se deben por encima de intereses particulares y de corporativismos.
Cuando finalice el actual periodo de pactos y repartos, los responsables políticos deberán ponerse a organizar los servicios públicos en función de recursos y necesidades, y también de ideologías. En sanidad, dada la cronicidad, el envejecimiento, la limitación de recursos y otras muchas características, se necesita promover hábitos saludables, prevenir problemas de salud y a quien ya los tiene: cuidarlos. Los cuidados son la misión fundamental de las enfermeras y ellas deben impartirlos; pero también enseñarlos y gestionarlos.
Las enfermeras, si se les permitiese acceder a puestos de responsabilidad en la administración sanitaria y se incorporasen sus competencias como especialistas en los dispositivos asistenciales, podrían realizar una importante contribución a los retos que la realidad está planteando. Ignorarlo, mirar hacia otro lado, ser cobardes en las innovaciones necesarias y seguir reproduciendo esquemas caducos llevará a seguir sin encontrar soluciones.
Los políticos que han sido recientemente elegidos tienen la palabra también en este asunto.
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