¿Dónde está enterrado?
Hace escasas fechas, uno de esos días en que La Nueva España tiene la generosidad de publicarme un escrito enviado a la sección de “Cartas”, recibí una llamada telefónica de un señor para decirme que le gustaba lo que exponía en mis escritos y también la forma de explicarlo. En el transcurso de la breve conversación telefónica, pude descubrir que se trataba de un señor residente en Oviedo, que además nos habíamos conocido cuarenta y tantos años atrás, en relación laboral, lo que me trajo a la memoria el popular dicho: el mundo es un pañuelo.
Este señor me comentaba que había perdido a su padre durante la guerra civil en el frente del cerco de Oviedo, y que, a pesar de haber intentado en distintas ocasiones recabar información sobre el paradero de su padre, hasta hoy no lo había conseguido y que, dada su ya avanzada edad, no querría dejar este mundo sin saber, al menos, dónde están enterrados los restos de su padre. Me decía que quizás yo, con –según él– mi habilidad para redactar cartas, pudiera publicar su caso y quizás alguien le facilitase información de adónde o a qué organismo autonómico o estatal recurrir, para ver si al fin conseguía saber dónde fue enterrado su padre.
Nuestra calamitosa guerra civil, como todo el mundo sabe, acabó hace ya setenta y seis años; por lo tanto, quienes, en edad de recordar, fueron testigos de aquellos trágicos hechos es difícil que aún estén entre nosotros; pero pienso que con todos los movimientos que se fueron organizando en las últimas décadas, a favor de la memoria histórica y de la recuperación de los restos de los caídos en el bando republicano, ha de haber algún organismo oficial al que poder dirigirse en demanda de información por parte de aquellos descendientes que, habiendo perdido entonces a sus familiares en combate, puedan hoy, al menos, saber qué fue de sus restos mortales.
Por todo lo expuesto, ruego a los lectores de La Nueva España que si alguno/a está en posesión de información relativa a lo referido, se tomen la molestia de publicarla en esta misma sección de este periódico, a fin de que este hombre –y tantas otras personas en su misma situación– vean cumplido su deseo de poder irse de este mundo sabiendo dónde descansan sus padres caídos en aquella nefasta guerra, que nunca debió ocurrir y que ojalá todos acertemos para que nunca más algo así se repita.
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