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Juego de poltronas

15 de Junio del 2015 - Ernesto Suárez Is (Gijón)

Xuan Bello, en esa joya literaria que es “Hestoria universal de Paniceiros”, recuerda un encuentro con un poeta portugués en el Campo San Francisco en Oviedo. Entre comentarios de libros y demás chascarrillos de escritores, el amigo poeta le pregunta a Bello por el nombre exacto de un árbol. Ante su vacilación, el poeta portugués le reprocha al escritor asturiano que un literato debe (re)conocer, saber, nombrar y definir con exactitud todas y cada una de las cosas, animales, estados, Árboles y emociones que comparten nuestro día a día. Por eso debemos llamar estepicursor a una planta rodante, fosfeno a la luz que vemos cuando cerramos y apretamos los ojos, virgulilla a ese signo ondulado que corona la letra eñe y caránculas a las carnosidades que cuelgan de los picos de pavos y gallos.

Utilizar palabras extrañas o poco usadas nos convierte en bichos raros a ojos de los demás, en seres pedantes que parecen demostrar su soberbia a cada respuesta acertada en el Trivial y que suelen dejar ojiplática a la abuela cuando vemos con ella “Saber y ganar”. Pero es necesario, como decía el amigo de Bello en su paseo por el parque, dar nombre a lo que muchas veces parece innombrable. Hablar de “una larga enfermedad” en vez de cáncer, de “pequeños hilitos de plastilina” en lugar de desastre ecológico, de “cuestión catalana” a cambio de lo que Gobierno y Govern están haciendo en Cataluña y demás eufemismos sólo nos hacen más imbéciles, menos autónomos y un poco más inmaduros; como si fuéramos niños a los que se les niega el derecho a la claridad y la verdad la víspera de Reyes.

Por tanto, estamos obligados a definir lo que sucedió políticamente en Asturias este fin de semana como una mamarrachada, un show o, directamente, un esperpento propio del ingenio agudo de Valle-Inclán. La Federación Socialista Asturiana, ese partido impoluto y sin un ápice de corrupción en sus filas, que se presenta como adalid del cambio y la regeneración tras más de treinta años acolchado en su corrupto poder, buscó llamar Gijón a Oviedo y Oviedo a Gijón cuando nunca son/fueron/serán lo mismo. Condicionó pactos, según ellos, por la voluntad de los asturianos y guionizó un vergonzoso espectáculo en “streaming” que convirtió Gijón –sin que Abelardo pudiera remediarlo– en una ciudad de segunda división. En el otro lado del ring se encontraba Podemos, el partido –en teoría– del cambio, de la nueva forma de hacer política, que antepuso el ciudadano al sillón (¡ja!) y convocó referendos para onanismo municipal de su secretario general. Entonces, cuando parece que el ridículo no puede alcanzar mayores cotas, pasó por el campo de batalla del Consistorio gijonés, no se sabe muy bien cómo, Izquierda Unida, otro pregonero del cambio que pinta en todo esto tanto –o menos– como la Casa Tyrell en el reinado del terror de los Lannister.

Unos y otros se enzarzan en una lucha en el barro online y provocan en vivo y en directo la misma vergüenza que pueden generar en diferido. Su falta de voluntad programática, su soberbia, su prepotencia y su arrogancia política y personal permitió que la tarde del sábado tomara el Trono de Hierro gijonés la candidata más mediocre que los Siete Reinos –desde la Providencia a Poniente– pudieran ver: Carmen Moriyón, la misma que define la cultura como “algo difícil” que sólo el petulante y decimonónico Arturo Fernández parece entender. Ése es el nivel, señorías.

Las amenazas por el cambalache de sillones continuaron hasta el último momento y, en los minutos de descuento para las sesiones de investidura, ni Gijón ni Oviedo supieron exactamente quién las iba a gobernar los próximos cuatro años. El PSOE –por mano de su secretario general y presidente asturiano en funciones– amenazó al estilo Corleone, Podemos se enrocó, IU no sabía muy bien dónde meterse y el Partido Popular y Foro Asturias sonrieron y dieron palmas con las orejas mientras veían cómo la izquierda del cambio, progresista, con un amplio apoyo ciudadano y –en teoría– plural montaba en dichos ayuntamientos un camarote que ya quisieran para ellos Groucho, Chico y Harpo. Una tormenta literaria y literal cayó el sábado en Gijón y un estepicursor en forma de entendimiento y diálogo rodó por la plaza Mayor de la villa marinera ante una oportunidad única que se perdió en el mismo lugar que las lágrimas de aquel replicante.

El pasado 24M la ciudadanía estuvo a la altura de unas expectativas generadas por los (des)gobiernos de estos últimos años y votó por un cambio radical y una nueva forma de hacer y de ofrecer a la gente. Sin embargo, por mucho que nos ilusionemos, los de siempre, los del bastón, los de la desviación de los fondos mineros y los coches oficiales, los que aún no son eso pero ya están en camino de serlo, los que apoyan y silencian esos tejemanejes, volvieron a demostrar que ni están ni se les espera. A veces todo sería más fácil si tuviéramos un dragón a mano.

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