Del progreso y la progresía
Con el resultado de estas últimas elecciones, vuelven a la palestra, los términos, izquierda-derecha, conservador-progresista. Como lo primero ya está prácticamente en desuso: uno porque los denominados “izquierdistas” ya no poseen la patente de ser la voz, de los más necesitados; y otro, porque los “denostados” derechistas han demostrado que no hay mejor política social que crear empleo y riqueza. De tal modo que para justificar las alianzas de tres y cuatro partidos o más, para alterar la voluntad de los votantes, sacan otra versión: es decir: conservadores y progresistas.
Volvemos, al utilizar estos términos, a contribuir a una ceremonia de confusión. De tal modo, que ser “conservador” es estar contra el progreso; mientras que ser “progresista” es estar a favor de él. Y eh aquí que, para mantener esta definición, tengan que remontarse, sin remedio, a otra época en la historia de las sociedades y de las ideas, para que el “cliché” interesado contra los que no son progresistas pueda ser medio entendido.
No obstante, para ello tienen que remontarse algunos siglos atrás en el tiempo. Pues el conservadurismo del siglo XIX nada tiene que ver con el que hoy nos quieren imputar. ¿Acaso Maura o Cánovas del Castillo estaban anclados en un antiprogresismo? ¡No! Fue lo que en ese momento de la historia de España creían que debían hacer, y punto.
Ni los conservadores ni la derecha están contra el progreso ¡faltaría más! Algo muy distinto es estar en favor del “retroceso histórico”, algo que en pleno siglo XXI estamos viendo que reivindican los progresistas más radicales. ¿Es acaso progresar “vender” viejas recetas para males nuevos? “¿Van a volver a sacar al ruedo de las ideologías aquellas que, como el marxismo y el comunismo, ya fueron superadas por utópicas y nocivas? Pues si a eso se llama “progreso”, ahora me explico la definición de “progresía”. Porque lo que existe hoy en las nuevas generaciones no es progreso, en el término que una sociedad debe avanzar, en las ciencias, en las letras, en la educación, en la paz, en la justicia, o en la libertad de expresión, conciencia o credo. Es la “progresía” exponencial, de sus valores en renta de “muebles e inmuebles”, de quienes se etiquetan como tal. Para ello, no hay más que acudir a la declaración de bienes de los cargos públicos. Y como está al alcance de todos comprobar lo que digo, puede llevarnos a la misma conclusión, a la que he llegado yo –y no ahora, afortunadamente–; es decir: cuando hablan de progreso, sólo se remontan a volver a exigir unos derechos, que ya de por sí han sido desterrados de las comunidades, por ser nocivos contra el bien de las personas en general. Ahora, si de lo que se trata es del progreso “material”, evidentemente en eso, la izquierda lleva ventaja. Pues como he mencionado, sus bienes han progresado de una forma, que ya quisiéramos que hubiera ocurrido, con quienes somos “conservadores” (o de derechas).
Espero que esta reflexión que hago sirva para aclarar algo más, los términos que tan demagógicamente se utilizan, para volver a sembrar la ya caduca y obsoleta “lucha de clases”, que ya algunos conocemos que resultado es el que da, hasta en las familias.
Crean lo que crean, ni los españoles ni los asturianos tenemos tan poca formación, ni tan poca memoria.
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