Resaca de las elecciones pasadas
El 24 de mayo pasado, una vez celebradas las elecciones autonómicas y municipales, la ciudadanía española y más concretamente la asturiana, con madurez política y sentido común, cada uno desde su prisma político, asistía expectante a los resultados que ya se intuían de fracaso para los existentes y de éxito para los emergentes, como así ocurrió.
El pueblo llano podrá no tener los grandes conocimientos que tienen ciertos pontífices de la política, pero no es tonto y, desde luego, nadie le toma el pelo, porque si volvemos al pasado cercano, los comportamientos de algunos, muchos, que desempeñaron cargos de responsabilidad política, además de delictivos debieran serlo de vergonzantes, pero, claro, esta virtud humanista no forma parte de necios ni de ladrones.
El resultado fue el esperado, aunque como siempre ocurre, el responsable de cada partido lo da como exitoso aunque pierda e incluso si cosecha la debacle. Todos los partidos políticos, sean de una u otras siglas, debieran reflexionar, autoculparse, cambiar de táctica, pensar en los demás, en la miseria vergonzante de muchos, en las familias en paro, en los jóvenes sin expectativas laborales, en la fuga de cerebros y de ningún modo enriquecerse a través de distintas formas de mercado, robando a manos llenas, llegando algunos a la cárcel, pero nadie devuelve un duro de lo robado.
La condición de político es un servicio al país en el que se vive, por ello como principal condición para acceder a él sería deseable que el electo pudiese disponer de una profesión digna, de la que pudiera vivir, un saber estar, entrega a los demás, honestidad probada para la administración de bienes públicos y, por supuesto, alto nivel de conocimientos para desempeñar el cargo. Lo otro es hacer una profesión de la política, perpetuarse indefinidamente en el cargo, mediocridad, aferrarse al pesebre como modus vivendi y, en algunos casos, fatua presunción preñada de soberbia y vanidad por el respeto a su señoría.
Por ello, en política cabe todo el abanico de posibilidades en cuanto a opciones, personajes, ideario y programas, todos ellos muy respetables, siempre que se actúe con honestidad y pulcritud. El político y la política deben renovarse por nueva savia, salir del marasmo en que se encuentran, por el gran descrédito cosechado, razones por las cuales el elector está desconcertado por lo que ocurre y en un mar de dudas, debidas a actuaciones impropias, al haberse perdido el rumbo de ideales de cada opción política. Por ello, no es de extrañar la puesta en escena de partidos emergentes, limpios y vírgenes de ideales, al parecer por ser de nuevo cuño, que se presentan como alternativa a los ya existentes, ofertando lo que es imposible de dar.
La segunda parte del proceso electoral viene con la elección de cargos entre las distintas opciones políticas, que tiene sinonimia con las tragedias medievales para el "quítate tú para ponerme yo" ¡Qué vergüenza! Con ello los miembros elegidos de los distintos partidos políticos actúan a su antojo con patente de corso para hacer y deshacer lo que más le convenga a su partido, no al vecino que sufre, ignorando los derechos y libertades que depositaron en ellos aquellos que les eligieron. Tal parece un tráfico de mercaderes que se olvidan de negociar los principios básicos y fines del gobierno de la autonomía y municipios, para favorecer sus propios intereses personales y los de los suyos, que esperan la posibilidad de un comedero.
Yo tengo la esperanza de que estas elecciones pasadas van a servir de rumio y ejemplo al electorado, para que en las próximas generales seamos capaces entre todos de enderezar el rumbo perdido, rescatar valores, regenerar la vida política con la elección de nuevos candidatos, jóvenes honestos y bien preparados, como sustitutos de caducos, poltroneros y pesebreros que, con mis respetos hacia ellos, deben pasar a la reserva sin más oportunidades.
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