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CEE Latores, mucho más que un cole

20 de Junio del 2015 - Charo Granda (Oviedo)

Cuando estaba embarazada pensaba que la crianza de mi hijo iba a ser una carrera de fondo con decisiones complicadas, pero nadie me dijo que además a esa carrera habría que añadirle obstáculos que dificultasen el bonito camino de educar a un niño. Me planteaba si él seria inteligente como su padre o constante como yo, si jugaría tan bien al fútbol como él y en qué equipo de la ciudad lo inscribiría... Pero esas decisiones triviales nunca llegaron, un diagnóstico en forma de mazazo cambió su vida y la nuestra. No fue fácil asumir que él era diferente, que no contaría con las mismas facilidades que el resto. Fueron semanas buscando respuestas que nunca llegaron (por qué a él, por qué a nosotros, qué hicimos mal...), hasta que llegó la hora de poner un punto y aparte, asumir y aceptar que él seguía siendo él y que nosotros, como padres, debíamos seguir buscando llegar a la misma meta que teníamos antes: la felicidad de nuestros hijos. Fueron momentos de decisiones complicadas, siempre dejándonos asesorar por los profesionales que guiaban nuestro camino. Entre ellas una de las más difíciles hasta hoy fue el tipo de escolarización. Desde el equipo específico de Orientación de la Consejería recomiendan que vaya al Centro de Educación Especial de Latores, combinando con un centro ordinario por las tardes. ¿Quién, en su sano juicio, con su pequeño en el vientre pensó que tendría que ir a un colegio especial? Desde luego yo no. No entraba en nuestros planes. No fue fácil. Aún recuerdo aquellos momentos en los que el corazón te dice una cosa y la mente te dice otra, las lágrimas brotando sin parar por las mejillas y aquel miedo a lo desconocido. Aquella mañana de mayo en que pisamos por primera vez el Colegio de Educación Especial de Latores para conocerlo y ver cómo trabajaban allí; llevábamos una mochila muy cargada a la espalda, llena de miedos, frustración, desaliento... ¿Qué hacíamos allí? Poco a poco y gracias a la mano de nuestra ahora directora, Marta, que tan bien nos acogió, nos dejó expresar nuestras inquietudes, nos arropó con una empatía tremenda, nos informó y mostró lo que allí tan bien hacen... Esa mochila iba vaciándose de peso, una sensación de tranquilidad penetró dentro de nosotros haciéndonos ver que aquello no era tan malo, que no hay peor situación que la desinformación y las conjeturas basadas en especulaciones, que siempre la mejor forma de decidir sobre algo es conociéndolo in situ y valorando desde la objetividad. Y llegó septiembre, un flujo de comunicación constante entre la familia y el colegio nos daba estabilidad y calma. Nos sentíamos arropados y acogidos, no por un centro educativo, sino por una comunidad escolar con unos cimientos y una base muy sólidos. No fue fácil dejarle allí aquel día, aún era un bebé de chupo y pañal, las lágrimas volvieron a brotar, pero unos brazos desconocidos me arroparon y me consolaron (cuanto eché de menos esos abrazos de otros profesionales de la medicina), eran los brazos de Blanca, la conserje. El trabajo que allí se realiza a diario es digno de mención. Profesionales con vocación y devoción por lo que hacen, guiados por gente con gran experiencia en el ámbito de la diversidad funcional, remando todos hacia la misma dirección: alcanzar el mayor progreso en cada uno de sus alumnos de forma individualizada y personalizada. Todo ello enmarcado en un entorno estructurado y dotado de recursos personales y materiales, que facilitan tanto las rutinas como el bienestar social, psicológico y personal de todo el alumnado. Y lo más importante, un centro donde la principal fuente de información sobre cada alumno es la propia familia, con la que se consultan y consensúan todas las acciones del proceso educativo del niño, haciéndote ser un agente activo en su proceso de formación, a la que dotan de todas las herramientas que necesitamos para trasladar a nuestro entorno esos aprendizajes y que puedan tener una continuidad. Cuatro años después, más madura y más curtida en estas lides de la vida, me he encontrado con más madres y padres de este centro educativo. En ninguno he encontrado malas palabras hacia él, sino todo lo contrario. En los momentos de convivencia en el centro ves y percibes que los niños y adolescentes que allí acuden están felices (sí, niños y adolescentes; mucha gente piensa que no van a los centros específicos, y que si llevas a tu niño no socializará porque estará rodeado de muebles). Muchos de ellos llegaron con una baja autoestima al sentirse tan diferentes al resto de sus compañeros en sus antiguos centros, pero en este centro vieron que no son únicos y que además son capaces de hacer muchas labores, entre ellas ayudar a avanzar a otros iguales, con lo que la autoestima aumenta y, en consecuencia, la felicidad del alumno y de la familia. Esto no es un alegato en favor de la educación especial frente a la inclusión en un centro ordinario, ojalá en esta comunidad estos últimos estuvieran dotados de muchos más recursos, con más opciones de formación para los profesionales de la enseñanza que se enfrentan en sus aulas a un alumno con necesidades educativas especiales, con aulas específicas para los alumnos con trastorno del espectro del autismo, como las que tiene el CEE Latores, instaladas en estos centros, que facilitarían la tan ansiada inclusión educativa por parte de todos... pero la realidad es muy distinta y esa cantidad de carencias en el sistema hace que en algunos casos no funcione y que muchas familias hayamos optado por el otro tipo de escolarización, porque, aunque al principio nos doliese esa decisión, el tiempo se ha encargado de mostrarnos que fue la más acertada. Respetamos cualquier decisión de cualquier padre, cada uno pensamos que lo que hacemos siempre es por el bien de nuestros hijos, pero los padres de la AMPA del CEE Latores también deseamos que nos respeten la nuestra. Somos más de 150 familias que sólo tenemos palabras de agradecimiento hacia este nuestro centro, y que depositamos al 100 por ciento nuestra confianza en el equipo directivo y en todos y cada uno de los profesionales que conforman esta comunidad: profesores, auxiliares educativos, fisioterapeutas, personal de comedor y transporte....

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