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Esto que suena a película de ciencia ficción fue mi código durante los casi tres años que trabajé para una conocida y céntrica compañía de seguros en Oviedo. Digo “trabajé” porque el pasado mes de mayo dejé de formar parte de ella.
Cuando comencé mi andadura en esta compañía, firmé con ellos lo que se llama un contrato mercantil. ¿Mi trabajo? Recorrer una zona de Oviedo cobrando recibos. Era un trabajo que me gustaba, entre otras cosas porque disfruto del contacto directo con la gente. Pero todo se torció cuando hubo cambios internos en la plantilla: nuevo gerente y, con él, la devastadora locura. El día a día se convirtió en algo parecido a una tortura. Realizar bien el cobro, lo cual ya hacía: prueba de ello, el tiempo que ya llevaba trabajando para la compañía; entrevistas, concertación, puerta fría, localización de devueltos de banco, y un largo etcétera de tareas y responsabilidades no remuneradas. Seguro que mucha gente sabe de qué estoy hablando.
La punta del iceberg de mi tortura mal pagada llegó el día en que el nuevo gerente me faltó al respeto alegando que, y cito textualmente, “eres una pija y presumida y no haces producción”. Acepto cualquier tipo de “feedback” constructivo y sugerencia para mejorar en mi trabajo, pero no consiento –y así se lo hago saber en aquel mismo momento– que nadie me insulte. Mi tortura mal pagada tiene un límite y ése es el de la decencia y el respeto como ser humano. Quizá las líneas anteriores den una idea del tipo de persona que es: prepotente y siempre dispuesto a aprovechar cualquier oportunidad que se le plantee para humillar a la gente que allí trabaja. Tanto es así que muchos me aconsejaron que me callara, que no dijera nada: podría hacerme mucho daño.
Ojalá la persona que me sustituya tenga más suerte que yo, y al resto de compañeros que allí siguen les deseo lo mejor: un cambio o mucha, mucha paciencia. Y a la compañía y a sus superiores les pido que tomen cartas en el asunto y que no se permita que nadie más siga trabajando bajo el acoso verbal y psicológico al que esta persona somete a sus trabajadores; que la seguridad de la vida y el hogar empiece por casa.
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