El reparto del botín
Terminadas las elecciones, nos encontramos en el momento cumbre de las mismas, que no es como nos hacen creer, el día de la votación, sino los días que le siguen hasta la constitución de los ayuntamientos y los parlamentos. Durante estos días tiene lugar el acto central y fundamental de todas las elecciones y su razón de ser: el reparto del botín. Sí, queridos lectores, estos días los ciudadanos electos se dedican a reunirse a cuatro o cinco bandas para repartirse las cuotas de poder y las nóminas de las que van a disfrutar durante los próximos cuatro años.
En estas reuniones, como se habrán dado cuenta todos los que siguen la política con un mínimo de atención, no se habla de las posibles soluciones que se van a dar a los problemas de los ciudadanos, sino que lo que se busca en ellas es pactar entre los más afines el modo y manera en que se van a repartir las ganancias y, de paso, aislar lo más posible al oponente ideológico, pero de cómo van a mejorar el panorama de los españoles, de eso ni palabra.
Los dos partidos clásicos andan preocupados ante la pérdida del chollo del que disfrutan desde hace casi 40 años, y los partidos novatos, deslumbrados por los focos mediáticos, andan como un pulpo en un garaje y no saben lo que se les viene encima. En resumen, para los creyentes, que Dios nos pille confesados, y para los no creyentes, que se encomienden a sus patronos en la tierra, Pablo Iglesias y Ada Colau.
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