Que no den gato por liebre
No caben en ninguna cabeza los comentarios populistas del representante de los consumidores fuera de cualquier racionalidad, en referencia a la implantación de las marcas blancas. Asociaciones al servicio del consumidor, apostando por productos de ínfima calidad. Como conocedor del sector lácteo, es prácticamente imposible que esos envases lleven el mismo producto que portan los de marcas consolidadas, ganaderos a los que se les paga el litro de leche, dependiendo de una valoración sujeta a unos controles de calidad, que puede rondar 40 céntimos, no se puede poner en el mercado a 60, después de un proceso productivo dilatado, costoso y en el que están implicados muchos colectivos, desde el ganadero hasta el producto puesto en la estantería, actividades todas ellas que dan vida a mucha gente.
No se puede comparar la calidad de leche del aluvión de cisternas que recorren la cornisa Cantábrica recogiendo producto para Clas de sus respectivos socios, con las cubas de productos lácteos multiprocesados, todo ello procedente de excedentes de países, que se reparten entre ellos las cuotas como si fuesen cromos, para poder adaptarse a los requisitos impuestos para el cobro de altas subvenciones.
Se escuchan comentarios en la calle aludiendo a que en la actualidad se manifiestan enfermedades y trastornos que antes se desconocían, pues bien, no hace falta ser profético para darse cuenta de que se debería meditar sobre lo saludables que son los alimentos que ingerimos, esos alimentos supuestamente baratos al final saldrán gravosos para nuestra salud. Repercutiendo en las defensas del organismo ante posibles indisposiciones, de esta manera enfrentándonos al mal con unas defensas débiles. La salud es nuestro bien más valioso, no se debe escatimar en la calidad de alimentación.
La presión de las grandes distribuidoras ahoga al fabricante, que se ve abocado a adaptarse al yugo, haciendo inviable la subsistencia, en muchos casos, adaptando el proceso a las directrices del distribuidor, imponiendo de tal manera al consumidor la forma de alimentarse, que no da opción a elegir lo que comemos.
¿Por qué sanidad apuesta por recetar genéricos cuando estudios realizados diagnostican un 33% menos de efecto que un medicamento de marca de laboratorio? Llega a resultar todo muy confuso, pero siempre queda nuestro sentido común.
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