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Ilusión de cine desvanecida

15 de Julio del 2015 - Ángel Muñiz Fernández (Oviedo)

En la edición de LA NUEVA ESPAÑA del sábado día 4/07/2015 viene una entrevista al concejal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, Roberto Sánchez Ramos, en la cual dice que en Oviedo no hay un solo cine. Yo invito a este concejal a que se dé una vuelta por el centro comercial Los Prados y se encontrará con nada menos que catorce salas de cine, en las que se proyectan películas para todos los gustos y en diferentes horarios. Para llegar a dicho centro comercial hay varias líneas de autobús que pasan por el centro de la ciudad, atravesándola de Este a Oeste. Otra cosa es que no haya salas de cine dentro del casco urbano, donde hasta hace veinte años sí las hubo. ¿Qué fue de aquellos cines? Esto tiene fácil explicación; llegaron otras empresas de fuera de la región, asociadas a poderosas empresas americanas de la exhibición cinematográfica, y levantaron varios multicines o complejos de cines ubicados en centros comerciales, donde la aglomeración de gente está más concentrada que en las calles de la ciudad. Esto se convirtió en la moda de ocio de ir de compras y acabar dentro de una sala de cine para ver una película. Dichas salas cinematográficas eran distintas a las existentes desde hacía muchos años. Las butacas están colocadas en grada, las pantallas son algunas de gran tamaño y el sistema de sonido es espectacular. Todo muy distinto a lo que habíamos visto hasta la apertura de estos modernos cines. Esta nueva generación de cinematógrafos fue la que acabó con los viejos cines, algunos no tan viejos, como el caso de los Brooklyn, pero el público prefería lo nuevo a lo viejo ya conocido. La convivencia entre ambas generaciones de cines fue más bien corta. Las distribuidoras de películas dejaron de alquilarlas a las antiguas empresas por la baja recaudación en sus viejos cines. Los teatros Campoamor y Filarmónica fueron salas comerciales de cine durante muchos años. El primero de ellos dejó de proyectar películas por decisión de la Corporación municipal en 1985, siendo alcalde de Oviedo don Antonio Masip. Dicho teatro estaba alquilado a una conocida empresa de exhibición cinematográfica y el Ayuntamiento rescindió el contrato de forma unilateral, dejando en la calle a treinta y dos empleados, que pertenecían a la plantilla del teatro desde hacía muchos años, incluso antes de que esa empresa gestionase dicho local. El Filarmónica cerró en 2003 como sala de cine comercial por no poder alquilar películas, ya que las que se estrenaban estaban comprometidas por las empresas de los modernos multicines. Hubo un cine muy moderno por cierto, en la avenida Aureliano San Román, se llamaba Palladium, que proyectaba películas en versión original con subtítulos en español. Estuvo abierto trece o catorce años, durante los cuales se vieron grandes películas en versión original, caso de "La naranja mecánica", "Helda", "El último tango en París", etcétera. También estuvo este cine mucho tiempo con una pobre programación, y en el que la escasa asistencia de público estuvo a punto de adelantar el cierre. Pero al quitar la censura a las películas, la programación había pasado al resto de los cines. Por este motivo el cine cerró, quedando convertido en un gimnasio. Idéntica suerte corrió el lujoso cine Ayala, hoy convertido en un spa.

La idea del señor concejal de Cultura, siento decirlo, me parece descabellada. Para muestra no hay más que ir a los cines Centro de Gijón, donde proyectan películas en VOS y se pueden ver los resultados. Las películas en versión original tienen muy pocos adeptos en ciudades como Oviedo; donde sí tienen éxito es en las zonas turísticas, como en el Levante y el sur de España. Aquí los espectadores son los ciudadanos extranjeros que vienen de vacaciones a nuestro país, principalmente ingleses y alemanes. Lo que ya me parece más descabellado es utilizar el teatro Campoamor, con casi mil quinientos asientos, y el Palacio de Congresos, con dos mil. Solamente el coste de la calefacción ya es motivo para desechar la idea. Lo de poner películas españolas, supongo se referirá a las que no circulan por los circuitos comerciales, como las que se exhibían en el salón de actos de Cajastur en la calle de San Francisco, hoy cerrado por los recortes sociales de dicha entidad.

Es muy fácil lanzar al aire promesas que luego no se podrán cumplir. Sobre todo cuando hay que llevar a cabo inversiones de mucho dinero, como es el caso que menciona de comprar proyectores y pantallas. La recaudación que se obtendría con la venta de entradas a precios populares no iba a ser para tirar cohetes, más bien no cubriría los gastos que se originasen con la proyección de cada película, y esto repercutiría en el presupuesto de mantenimiento de los dos centros de cultura reseñados al principio, con cargo a los impuestos pagados por los ciudadanos. Otro asunto a tener en cuenta es si el Ministerio de Cultura autorizaría a llevar a cabo proyecciones cinematográficas en un teatro en el que la Administración central invirtió importantes cantidades de dinero en obras de rehabilitación de nuestro coliseo municipal.

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