La otra infanta
Tania Sánchez, duquesa de Rivas Vaciamadrid. La juez le acaba de desimputar de los delitos de prevaricación (no inhibirse cuando estaba obligada a hacerlo), tráfico de influencias (beneficiar desde el cargo intereses familiares) y malversación de fondos públicos: un millón trescientos diecinueve mil euros transitando de las arcas municipales a la cooperativa de animación Aúpa, domiciliada en casa de Raúl Sánchez, concejal de Rivas, y administrada por un tal Héctor Sánchez; un joven dinámico y emprendedor que resultó ser, carambolas de la vida, hijo de Raúl y hermano de Tania, a la sazón concejala de Rivas (como el padre de ambos).
Tania no tenía por qué saber, viene a decir en sustancia el auto de desimputación, que Héctor Sánchez, el administrador de Aúpa, era su hermano. La justicia es garantista y el apellido Sánchez, sin hacer de menos a nadie, es más bien común. No todo el mundo se apellida Iglesias, como Pablo, o del Cura, como el alcalde de Rivas. También hay Sánchez y Monederos, y hasta Talegones. Así que nada prueba que Tania tuviera que saber que ese chico "echao p'alante" que llevaba lo de Aúpa fuera precisamente su hermano, sólo por la mera coincidencia de nombre y apellido y de que tuviera el negocio en casa de su padre. Aparte de que la judicatura es sensible a los cambios sociales (el polvo del camino) e intuye por dónde pueden ir los tiros.
Hasta podría alegar Tania cierta confusión mental producida por el hecho de que en el taller de batería, de Aúpa, en el que ella misma se había matriculado, tenía de compañero de clase a un tal Héctor Sánchez que se llamaba igualito que el monitor y éste, a su vez, igualito que el administrador. Alguna vez se sorprendería Tania, mientras percutía el tambor, dándole vueltas a la circunstancia relativamente insólita de que el nombre Héctor resultase tan común como el apellido Sánchez. Pero de ahí a concluir que esos tres jóvenes homónimos eran en realidad el hijo de papá Raúl y su hermanín del alma hay un triple salto que Tania no dio, absorbida como estaba con el bombo y los platillos.
No es homologable lo de Tania con lo de Ana Mato: un hermano nunca abulta tanto como un Ferrari, y por mucha que tenga, siempre tiene menos cilindrada. Dígase también en su descargo que la infanta de Rivas Vaciamadrid, a diferencia de la real, había roto con su Urdangarín sentimental y renunciado a sus derechos dinásticos a la Presidencia de Madrid. Otra vez será. Además, los acuerdos del Pleno para pasarle pasta a Héctor habían sido adoptados por unanimidad. Como en el Montepío de la Minería; a lo mejor, les suena. Pues aúpa.
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