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Asesores, ¡ni uno!

10 de Julio del 2015 - Lucas Álvarez Carro (Oviedo)

Quien tiene inquietudes por un tema se vuelca en él. Bien puede ser el senderismo, una ONG, encaje de bolillos o un partido político. Le dedica tiempo y dinero, y pone todo su buen hacer e ilusión en la empresa.

Así, entiendo, quien quiere mejorar una sociedad debe pretender poder llevar sus riendas. Eso se consigue desde la capacidad de decisión, es decir, desde el poder, entendido como la responsabilidad que da el haber obtenido una mayoría en unas elecciones tal que permita a tu grupo político gobernar. Como no puede hacerlo todo el partido, hay unos pocos, los elegidos por los votantes, que serán los transmisores de las propuestas emanadas en el seno del partido. Para ello, supongo (yo no milito en ninguno, con lo que desconozco la forma de proceder) que los afiliados aportarán su experiencia, su sabiduría, etcétera, en elaborar propuestas que, posteriormente, serán llevadas a la práctica por quienes representan a la organización, quienes son las caras visibles ante la ciudadanía: diputados, concejales o cualquier cargo elegido que nos podamos imaginar.

Eso es lo que yo creo, pero parece que la cosa no funciona tan ingenuamente. Estoy viendo cómo, en vez de trabajar de forma altruista por unas ideas en aras de cambiar la sociedad para mejor, eso sí, desde el prisma propio y que considero totalmente legítimo, algunos afiliados a los partidos quieren abandonar el amateurismo y convertirse en profesionales, en asesores con pedigrí y han dado un vuelco a lo que es la representación ciudadana emanada de las urnas.

En Asturias tenemos más asesores en la Junta General del Principado que parlamentarios. Por poner otro ejemplo llamativo, no están lejos los tiempos en que un diputado tenía no uno ni dos, sino siete asesores. Creo recordar que el Ayuntamiento de Madrid tenía alrededor de 280. La actual alcaldesa de la capital lanza a los cuatro vientos que limitará sus retribuciones anuales a 43.000 euros (verdaderamente, no me parece demasiado para una ciudad de varios millones de habitantes), pero eso trae truco, ya que, por otro lado, a su sobrino le regala un puesto de 90.000 euros. Estos casos ¿no claman al cielo?

A día de hoy, uno de los temas que están ocupando el tiempo en las negociaciones del Ayuntamiento de Oviedo es el tema de los asesores, fijar cuántos. Yo no perdería más el tiempo en esas negociaciones y daría carpetazo al asunto con una decisión inequívoca: ¡ninguno!, para algo están los partidos, pero de forma desinteresada.

Un asesor se ha convertido en un afiliado que por estar cerca del aparato, y supongo que sin oficio ni beneficio, se apunta a la sopa boba.

Si los asesores son tan imprescindibles para los cargos políticos con representación en las distintas administraciones, he de deducir que están más preparados y son más válidos que los titulares. De ser así, que estos últimos se quiten del medio para dejar paso a los asesores y que ellos se busquen la vida.

Concluyendo: asesores, ¡ni uno!

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