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Se mantiene la mamandurria peliculera

19 de Julio del 2015 - Antonio Quintana (Llanes)

Aunque en muchos sitios ha sido la formación más votada, el PP ha sufrido un considerable bajón en las pasadas elecciones municipales y autonómicas. Este bajón responde, a mi juicio, al hartazgo de muchísimas personas, que han visto cómo los populares iban renunciando a principios y valores consustanciales a las ideas conservadoras, sustituyéndolos por la absurda máxima "la economía lo es todo", frase que muy bien podría convertirse en su epitafio. La economía es vital, pero hay muchas otras cosas que tienen, como poco, la misma importancia, y a las que este Gobierno no ha prestado la atención debida, obsesionado como parece estar por el asunto financiero. Temas de corrupción, recortes y demás detalles aparte, Rajoy y los suyos han optado por incumplir sistemáticamente los compromisos que adquirieron con su electorado en las pasadas elecciones generales. Y así, mientras al ciudadano de a pie se le crucificaba a impuestos, se han mantenido contra viento y marea diversas mamandurrias cobijadas bajo el paraguas de la subvención. En la etapa de Zapatero los populares despotricaban contra el derroche insensato que representaban las subvenciones, pero en estos tres últimos años no han hecho casi nada para eliminar al menos las más inútiles de ellas, que son la mayoría. Antes al contrario, se siguen financiando, con cargo a los fondos públicos, cosas como el penoso cine patrio. Dada la sintonía de los peliculeros españoles con la izquierda más extrema, su afición por los "cordones sanitarios", su gusto por las groserías y los exabruptos en contra de los conservadores y su absoluto desprecio por el público en general, que se decanta claramente por las producciones hollywoodienses, era de esperar que el señor Rajoy les hubiera cortado el forraje. Pero en vez de eso, que sería lo más lógico, habida cuenta de la irracional inquina que "los del cine" muestran hacia el PP, el Gobierno les ha hecho un favor modificando el régimen de "ayudas a la amortización" que se especificaban en la ley aprobada en 2007, dando vía libre a una nueva línea de "ayudas anticipadas" a la producción de películas españolas. Se intenta justificar semejante despropósito argumentando que con tales medidas se podrán disminuir los costes financieros en más de un 15 por ciento, destinando la "ayuda" a la producción directa y no como hasta ahora al pago de los intereses de los créditos pedidos durante su desarrollo. La nueva ley entrará en vigor, según Soraya Sáenz de Santamaría, en 2016, manteniendo ambas ayudas –la vigente y la nueva– hasta 2018, con el fin de "asegurar la convivencia de la medida".

Ya conocemos el rebuscado y peculiar lenguaje de los políticos, de forma que ni siquiera entraré a valorar las palabras de Sorayita. Lo que sí merece una valoración es el coste que tal "política de ayudas" tendrá para las arcas públicas; es decir, para los bolsillos de todos los españoles. Ha dicho la Vicepresidenta que se ampliarán las "ayudas a la amortización" en 10 millones durante el presente año, que, sumados a los 26,5 presupuestados, dan un total de 36,5 millones de euros que se llevarán "los del cine" durante este ejercicio. Se anuncia también que durante 2016 el entramado peliculero percibirá 35 millones para "amortización", 30 para "nuevas ayudas" y 10 para "películas no industriales". Total: 75 millones de euros. Una fortuna arrojada alegremente por el sumidero del cine español, que, probablemente, es una de las "industrias" más ruinosas que existen en España.

Que los "peperos" se empeñen en facilitarles la labor a los que van a arremeter contra ellos a las mínimas de cambio es algo surrealista. No obstante, si el dinero saliera de las arcas del partido y de los bolsillos de sus dirigentes, allá ellos y sus tonterías. Pero saldrá de los fondos públicos, y eso es muy serio. Nunca me cansaré de repetir que la cinematográfica debe ser una actividad comercial y que, por tanto, debería financiarse de forma privada. Pero estos que gobiernan ahora han corregido y aumentado aquello que criticaban cuando mandaban los otros. Y para más recochineo, los que optan por mantener la mamandurria peliculera son los mismos que, obsesionados aparentemente por la cuestión económica, lo primero que hicieron fue subir todos los impuestos, directos e indirectos, insistiendo machaconamente en que la ciudadanía tenía que apretarse el cinturón para salir de la crisis. Es cierto que, al menos a nivel macroecónomico, se vislumbra cierta recuperación en lontananza. Pero ¿qué sentido han tenido todos los sacrificios obligatorios exigidos a los ciudadanos si se siguen manteniendo bicocas como la del cine subvencionado? ¿Es lícito, o cuando menos ético, pedir esfuerzos a la gente para luego dilapidar una parte del fruto de ese esfuerzo de esta manera? Y lo más importante de todo: ¿por qué el PP no ha terminado, de una vez por todas, con la subcultura de la subvención, que cuando estaba en la oposición criticaba tan inmisericordemente? En las últimas elecciones mucha gente que les votaba se ha quedado en casa, harta de las medias verdades y los subterfugios ideados para excusar los reiterados incumplimientos de los compromisos contraídos con los ciudadanos y desilusionada de aquellos que, enarbolando ciertos principios y valores atemporales, se apresuraron a desembarazarse de estos apenas llegaron al poder. Vista la flojera con la que han hecho frente a cuestiones muchísimo más importantes para España, lo de mantener e incluso aumentar las subvenciones al cine parece algo casi anecdótico. Pero, como cinéfilo de pro, que se continúe manteniendo a la improductiva troupe del cine patrio a costa del erario público, con la que está cayendo, me parece sencillamente deleznable.

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