PSOE, Podemos y los otros
"Las urnas han hablado", se dice una y otra vez.
La irrupción de Podemos en la escena política apunta, además de a la crisis del sistema, a la reestructuración de la izquierda. Un elemento esencial de esa recomposición es el papel del PSOE y su nuevo líder, Pedro Sánchez, que se enfrenta al desafío de devolver a su partido la credibilidad perdida y presentar a la ciudadanía un proyecto autónomo que recupere la centralidad.
Si por regla general los líderes políticos difícilmente superan la "prueba de la hemeroteca", lo que sucede con Pedro Sánchez, cuando aún no ha cumplido su primer año como secretario general del PSOE, es singularmente llamativo. El ya candidato a la Presidencia del Gobierno ha incurrido en este tiempo en un rosario de contradicciones y no precisamente en cuestiones de poco calado: pactos, reforma de la Constitución, encaje de Cataluña en el resto de España, corrupción, etcétera. Y en el ámbito de las ocurrencias estaría su afirmación, posteriormente corregida, de que "sobra el Ministerio de Defensa". O la de que como presidente iría a todos los funerales de las víctimas de género. También rectificó.
Pero el éxito del PSOE también depende de lo que ocurra a su izquierda. Y en este campo se inscribe la oferta que el nuevo líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, recientemente le hizo a Pablo Iglesias de ir unidos a las elecciones generales tras un proceso de primarias. Garzón, que también procede del 15-M, optó en su día por IU, cuya cultura es distinta a la de Podemos.
El acuerdo es difícil también porque Podemos es un partido que ha ido en ascenso, lo contrario de IU, desde la aparición de Pablo Iglesias. Además, no está nada claro que en una alianza con el nuevo partido lila IU sume votos. Más bien podría restarlos.
La dirección que encabeza Iglesias Turrión ha expresado su voluntad de ir en solitario a las elecciones generales. Y el argumento de Garzón de que IU daría a Podemos la organización fuerte de la que carece y una ideología menos ambigua tampoco parece que convenza al líder de Podemos, que actualmente modera su discurso renunciando a algunas propuestas hechas en su día del todo imposibles de llevar a cabo.
Convertido en la actualidad en el centro de la política-espectáculo, puede que Podemos esté en condiciones de ganar unas elecciones generales. De momento, su política está hecha de eslóganes maniqueos como "la gente frente a la casta", "los de abajo contra los de arriba" "ni de izquierdas ni de derechas", "decencia en lugar de corrupción"... Su demoledor diagnóstico de la situación, que ahora todos dicen compartir, no significa ni mucho menos que posea las soluciones. Su fuerza, a nuestro modesto entender, son los otros, el PP y el PSOE, que deberían preguntarse qué han hecho tan mal para que en menos de dos años Podemos se haya convertido en la primera o segunda fuerza política, aunque algunas encuestas destilen un sospechoso tufo de reavivar el voto del miedo, la única forma de pararlo.
Pero, nos preguntamos, si son tan nocivos, ¿por qué atraen a tantos votantes de todos los ámbitos? La indignación, el cabreo con el bipartidismo y un sistema carcomido por la corrupción lo explican en buena medida. En nuestro país, políticos de distinto signo han estado robando hasta ayer mismo, mientras la ciudadanía soporta los efectos de la crisis económica y los recortes, se dispara la pobreza y sigue habiendo más de cuatro millones de desempleados. Las tarjetas negras y la "operación Púnica", entre otras, han proporcionado a Podemos unas alforjas llenas de votos.
Por eso, en lo sucesivo, si Podemos da con la tecla apropiada, seguirá teniendo una cierta credibilidad. Si no...
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