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¡Ave, Casillas...!

16 de Julio del 2015 - Miguel Martínez Crespo (Gijón)

Permitidme en este momento que parafrasee el discurso de Marco Antonio pronunciado en los funerales de César en la obra de Shakespeare para hacer un modesto, pero merecido, reconocimiento a Casillas.

Vaya por delante, para eliminar prejuicios y/o suspicacias, que no soy antimadridista ni tampoco del Barça, pero no puedo quedar impasible ante la actitud de los que se dicen del Madrid y de su directiva, que debe, se entiende, cuidar y mimar a sus jugadores.

No vengo aquí a divinizar a Íker, los errores que uno comete rápidamente son tenidos en cuenta, mientras que toda su trayectoria y aciertos, con la misma celeridad, quedan frecuentemente olvidados y sepultados en nuestras memorias.

Posiblemente, los últimos partidos jugados por el veterano capitán no hayan tenido ni la plenitud ni la excelencia otrora alcanzados; si los errores cometidos fueron graves, con desmedida gravedad le han sido censurados.

¿Olvidáis, madridistas, quién fue el cancerbero que defendió la portería en tantos y tantos títulos cosechados por su querido Madrid? No, no hablo sólo de títulos de Liga, ni de Copa del Rey, que ya son bastantes, sino de Eurocopa, Liga de Campeones, Mundialito, Mundial, Supercopa, Confederaciones y otras condecoraciones donde llevó su aportación presumiendo de hacerlo desde su club.

¿Olvidáis a quién apodabais San Casillas, y sus prodigiosos guantes o milagrosas piernas, que atajaron balones cantados como goles por las escuadras enemigas?

¿Olvidáis quién desde el vestuario, ejerciendo con autoridad y compañerismo la capitanía, concilió rencillas, aplacó iras de jugadores y representó con dignidad y orgullo la insignia merengue?

¿Olvidáis también su trayectoria, desde niño-hombre de cantera, y su proyección? Creo que no miento si digo que su máxima ilusión hubiera sido enraizarse hasta su jubilación en el Real Madrid y que ni en su mayor pesadilla hubiera soñado que se le iba a silbar y ningunear con tanta desidia por los seguidores de su amado club.

¡Oh, sentido del deporte!, has ido a refugiarte en los irracionales hinchas que, escondiéndose uno detrás de otro, se constituyen en masa caprichosa sin memoria, ni recuerdo, ni sentimiento, ni gratitud, ni reconocimiento, y caen en esa actitud anodina de censurar toda una vida dedicada a ellos, sin darle la menor importancia.

¿Qué razón os detiene ahora para hacerle una honrosa despedida? Pues siendo hombres y no leños, correríais a Oporto a besar sus guantes e implorar su vuelta al Bernabeu o, cuando menos, a extender una larga alfombra de bufandas blancas para que retornara a su preciado estadio a recibir los honores que como embajador se merece.

Pues aún, después del trato dispensado por sus amados seguidores, llenando sus oídos con silbidos y su garganta con nudos, en su despedida emocionada como embajador del madridismo se erigió, diciendo que allá donde fuere siempre diría "¡hala, Madrid!".

Si no os conmueven ni su despedida ni sus lágrimas, permitidme al menos que yo, que no soy madridista ni antimadridista, sólo humano y amante del deporte y lo deportivo, me conmueva por vosotros y con él en esta frase:

"¡Ave, Casillas!, los que somos agradecidos te saludamos".

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