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España no es Grecia

16 de Julio del 2015 - Francisco Lozano Sanz (Cangas de Onís)

Érase una vez un país sacudido por una profunda crisis. En dicho país sólo pagaban impuestos los asalariados y pocos más, ya que el 75 por ciento del fraude fiscal (entre cuarenta y sesenta mil millones) lo defraudaban las 35 empresas más importantes del país. Cuyo Gobierno decidió blanquear el dinero de los defraudadores (personas, entidades, empresas, posibles traficantes de drogas, de armas, proxenetas) sin preguntar, ni perseguir a los defraudadores, pagando estos una pequeña cantidad, inferior al IRPF que cotiza un mileurista.

No, no se precipiten: no estoy hablando de Grecia.

El Gobierno de este país engañó a la Comisión Europea falseando los datos de déficit de una de sus regiones, otrora más prósperas. Por esto fue multado con 19 millones de euros.

¡No, que no estoy hablando de Grecia!

Hubo de ser rescatado con 40.000 millones de euros procedentes de la UE. Que se destinaron a sanear las cajas de ahorros: que luego fueron privatizadas, algunas por un módico precio. Dinero que no se utilizó para combatir el paro, la pobreza o la exclusión social de muchos de sus ciudadanos, pero que los ciudadanos tienen que devolver a la UE.

No, no se equivoquen, no estoy hablando de los ciudadanos griegos.

En dicho país, se creó una "burbuja inmobiliaria". Esto significó que un piso medio, valorado en unos 120.000 euros -en el año 2000- pasó a costar el doble o el triple en un período de seis o siete años. Pero es el precio del mercado, decían los gobernantes. Porque el mercado es intocable y está por encima de la intervención o el control de gobiernos y países.

No, esto no sólo sucedió en Grecia.

Este peculiar y pintoresco país lo gobernaba un presidente ilegítimo que llegó al poder haciendo promesas que luego incumplió. Su partido está siendo investigado por financiarse ilegalmente y se sospecha que pagaba sobresueldos a sus más altos representantes de forma encubierta.

No, no es Alexis Tsipras ni Syriza quienes gobiernan el país del que hablo.

Asimismo, en este Estado se eliminó la separación de poderes, modificando la ley para que los miembros del órgano de gobierno del Poder Judicial, el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional fuesen elegidos por los propios políticos, que previsible y prontamente habrían de juzgarlos por sus múltiples fechorías.

Pues no, no es en Grecia donde acontecieron estos hechos.

Para evitar las protestas ciudadanas, el Gobierno de este democrático país dictó leyes para reprimir y disuadir las manifestaciones de los ciudadanos. Endureció el Código Penal y puso tasas judiciales para desanimar a los ciudadanos sin recursos a recurrir a la justicia.

No modificó, sin embargo, la ley Hipotecaria (8 de febrero de 1946), que ha tenido como consecuencias: miles de ciudadanos desahuciados de sus casas, docenas de suicidios por esta causa y más de 500.000 viviendas vacías en todo el territorio de este singular país.

País que no, no es Grecia.

Y sucedió que tiene una de las tasas más altas de diferencias salariales de Europa (ya estoy dando pistas: ¡es un país europeo!). Diferencias que han aumentado con la pertinaz crisis, acrecentando la riqueza en posesión de muy pocas personas y disparándose el número de pobres incluso pobres con trabajo.

En Grecia, sus ciudadanos quisieron oponerse, referéndum mediante, al poder absoluto de los poderes económicos: la City londinense, la banca, empresas energéticas, de telecomunicación, fondos de inversión... pero los griegos descubrieron amargamente que estaban solos y han sufrido un golpe duro sobre su libertad, democracia, economía y dignidad.

Así, pues, este país que estoy relatando fue el siguiente en caer, y todo porque

como nosotros no somos Grecia no hicimos nada y cuando finalmente vinieron a por mí no había nadie más que pudiera protestar.

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