Ven y sígueme
Otra desimputada: Rita Maestre. En lo de Rita, como en "Historia de Pi", la juez se ha quedado con la versión del tigre. O sea, la de Dios: que al ver tanta gente que pasaba por allí, Rita se unió a ellos sin preguntar adónde ni a qué iban. El conocido síndrome de la procesionaria que se mete en la fila sin preguntar a sus congéneres y congéneros (hay también orugos) qué buscan y adónde van. El atavismo que tan bien explica Russel, de marcar el paso en cuanto oímos música militar y, cuanto más descerebrados, mayor énfasis en el uno, dos, uno, dos. El subconsciente le debió de susurrar a Rita que tanta gente sólo se podía encaminar al seminario de Monedero, que en aquellos años había hecho olvidar al antaño célebre seminario de Lacan, los martes en París.
Pero, ojo, ¿por qué descartar a priori que aquella riada de gente por los pasillos de la Complutense no fuera, en el caso de Rita, la versión posmoderna del evangélico "ven y sígueme"? Porque ya en el interior de la capilla, la actual portavoz de Carmena, aunque ligera de embalaje, lejos de proferir frases ofensivas, los expertos en descifrar mensajes a partir del movimiento de los labios han podido reconstruir, sintagma a sintagma, que está cantando en realidad, con mucho fervor, "Qué detalle, Señor, has tenido conmigo cuando me llamaste, cuando me elegiste, cuando me dijiste que tú eras mi amigo".
La conocida canción de los asturianos Viejo y Olivar (compositor y poeta, respectivamente), que el Papa, en su reciente viaje por América, atribuyó por error al P. Casaert, un misionero flamenco. Nadie se escandalizará a estas alturas de que papas, que viven los pobres asediados de micrófonos, terminen por equivocarse cuando no hablan "ex cathedra". Volviendo a lo que estábamos, la desimputación de Rita, en el último fotograma se la ve salir de la capilla radiante y honestamente vestida; aparentemente transformada en una auténtica Kika. ¿Aleluya?
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