De alubias y fabes
Cosas que también debe saber la directora general de Desarrollo Rural y Agroalimentación.
En respuesta al artículo publicado el lunes en este periódico, he de decir que no comparto una gran parte de sus argumentos. Lo primero, no es cierto que ningún establecimiento indique la procedencia del producto; si se pasa por cualquiera de nuestros puntos de venta bajo la enseña Aramburu, podrá comprobar que tenemos especificado y con negrita el origen de Bolivia de las fabas procedentes de este país. Por otro lado, la prohibición de la venta del producto bajo el amparo de la DO Faba Asturiana en graneles propicia que los comerciantes tengamos que buscar productores que produzcan fuera de la DO para abastecer la demanda de un mercado en alza, ya que las cantidades de producto que se venden cada vez son menores, al disminuir el tamaño de la unidad familiar, por no hablar del absurdo incremento del precio del producto propiciado por envases, contraetiquetas y demás, cuando, por qué no decirlo, ninguna denominación de origen garantiza la calidad de un producto etiquetado, sólo el origen, cosa que ya tenemos garantizado con la trazabilidad alimentaria. Además, no hay excedentes de producción en Asturias, más bien al contrario, cuesta encontrar producto regional de calidad.
Como productor primario que soy, no necesito una Administración intervencionista hacia el consumidor, sino que legisle correctamente, para que podamos desarrollar nuestra actividad sin dificultades y podamos ser competitivos en un mercado cada vez más global. No precisamos de subvenciones, sino de políticas concretas de unificación territorial (concentraciones parcelarias), de regulación de los usos del suelo que ayuden a la convivencia de actividades molestas con el uso residencial, y el acceso de los productores a la formación empresarial y a sistemas de gestión actuales. De nada sirve hablar de planes estratégicos para el medio rural con el fin de fijar población cuando no somos capaces de generar una actividad atractiva para nuestros jóvenes, que se puedan ganar la vida dignamente en actividades que les permitan cierta calidad de vida, unos ingresos dignos, jornadas laborales limitadas y poder conciliar la vida laboral con la familiar. El problema real lo tenemos en la base, construimos castillos en el aire cuando una casa se empieza por los cimientos, necesitamos ordenar la base, el territorio, para poder empezar a construir, necesitamos suelos para poder sembrar y cosechar, y con esas herramientas no necesitamos que nos defiendan del producto exterior, seremos suficientemente buenos y competitivos para producir en mayor y mejor calidad que los demás, y así podernos ganar nuestro plato de fabes... o alubias... el término es lo de menos.
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