Atilas ridículos
Desde que Llamazares, el de no pasarán guerra-civilista, en mala hora llegó a Oviedo, la fobia anti Iglesia católica se ha extendido en Oviedo como una plaga que amenaza con destruir todo lo más querido por los asturianos. Primero fue el propio Llamazares, que en un alarde de sectarismo e intolerancia típicamente estalinistas ofendió gravemente al paciente Arzobispo, hombre amable, como buen hijo del mínimo y dulce Francisco, por el terrible delito de pedir que la Constitución, las leyes y los acuerdos del Estado español y la Santa Sede se cumplieran en materia de la enseñanza de la Religión, asignatura tan digna como otra cualquiera. Entonces Llamazares saltó a la palestra diciendo toda clase de necedades y, además, dándose por insultado y ofendido, una provocación en toda regla. Luego vino el gran Rivi, con su palabrería irritante, cuyo único eslogan es dar una pasada por la izquierda a Oviedo, como antes lo hizo por la derecha con Caunedo, a quien los ovetenses votaron para ser su alcalde, pero estuvieron las artimañas de Wenceslao, que escribió en LA NUEVA ESPAÑA artículos explicando por qué nunca votaría la demagogia y el populismo que ahora le han aupado a la Alcaldía; por cierto, el candidato socialista con menos votos. El gran Rivi retó a los canónigos de la Catedral que se presentaran a las elecciones, porque recomendaban, con muy buen criterio, que en el entorno único de nuestra más preciada joya gótica, la Santa Iglesia Catedral, que Clarín inmortalizó en "La Regenta", no se viese sometida a imprudencias ruidosas y etílicas. Ahora le toca el turno al museo de sagradas reliquias, en donde se encuentran los testimonios de nuestras tradiciones sagradas. Estos señores del tripartito o no son asturianos o ignoran nuestra historia, la que más nos identifica por lo que somos. Nadie les pide que crean y estimen lo que la mayoría de los asturianos estiman, pero sí que no se comporten como nuevos Atilas, que por donde pasan no vuelve a crecer la hierba. Estos señores utilizan hasta a los niños para hacer creer que se preocupan por los pobres, cuando los utilizan como reclamo demagógico y populista.
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