Niños para la guerra
Recientemente se ha difundido un vídeo que muestra cómo el Estado Islámico utiliza a unos combatientes que podrán ser niños para la ejecución de soldados del Ejército sirio en el anfiteatro de Palmira. Es bien sabido que los niños como tal son reclutados, adiestrados y obligados a empuñar armas y a matar por una causa que en la infancia es imposible que puedan conocer y valorar debidamente y que, en todo caso, no defenderían matando.
Según la Convención de los Derechos del Niño, la infancia no termina hasta cumplidos los 18 años y es un período de desarrollo, de aprendizaje y del crecimiento del niño hacia el adulto que se va haciendo paulatinamente con el paso de los años.
Elegir niños-soldado es el más monstruoso de los atentados a la vida, a la humanidad y a la paz que puede concebirse, y con frecuencia esa realidad pasa desapercibida para la civilización, como si se tratara simplemente de un hecho colateral más.
En una guerra nadie debería ser víctima y en estos casos los menores son víctimas convertidas en verdugos. Unos verdugos que, por su edad, únicamente obedecen, no existiendo causa que justifique esa instrumentalización. Porque las guerras por muy habituales que se nos hayan hecho, por mucho que ya no nos sorprenda su utilización para la resolución de conflictos internacionales, no es un juego y mucho menos un juego infantil.
Ante la evidencia de estos hechos, nuestra indiferencia constituye una peligrosísima siembra de futuro, cuyos negativos frutos, por desgracia, ya se están recogiendo.
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