Rescatar Catar

27 de Julio del 2015 - José Luis Peira García (Oviedo)

Convengamos que no se podría señalar ninguna parte del mapa del mundo en el que las libertades sean absolutas. Sin embargo se ha convenido que algunas partes de ese mapa están por debajo del estándar deseable, una suerte de manchas o baldones que destacan a simple vista por un tinte o tono particular. No es conveniente que eso ocurra pero quizás conviene reflexión.

Por evitar farragosos pormenores y no cegarnos con el polvo de los datos vale ajustarse por esta vez a una sola de esas partes. Ya sé que es tentador hablar de Venezuela, Corea o Irán, lugares sin duda necesitados de ampliar su atmósfera respirable, pero me quedo con Cuba, todo un clásico de la falta de libertades y derechos democráticos como Dios manda.

Cuba es una nación pobre, de peso irrelevante en el contexto internacional si se mira bien y en cuanto a su falta de libertades pues es un país del montón, una dictadurilla más o sea, quiero decir que los hay peores, si nos atenemos a los informes de organismos diversos y, por descontado, mejores. ¿Por qué entonces su protagonismo en medios se ha correspondido por décadas al de una superpotencia geo estratégica?

Si vemos frotarse las manos a las grandes corporaciones ante la expectativa de agarrar la isla y transformarla en una cadena de hamburgueserías y un putiferio rentable, que lo que tienen ahora no produce en condiciones, pues entonces tendremos una pista. No estoy seguro de que los verdaderos interesados en el mete uno y saca diez hayan perdido el sueño alguna vez por el cubanito de a pie con un par de camisas, unas bermudas y un solo periódico para pasar el año. Lo que me admira es que a nivel de barra de bar se haya comprado y compartido la idea tan alegremente. Ojo, no estoy diciendo que a ese país no le separe un largo trayecto hasta unas libertades potables, pero me cansa la visceralidad que muestran algunos porque otros se lo dictan. De otro modo no sería comprensible que ese amor por el prójimo no se lo tengamos, por ejemplo, a los cataríes. No me refiero a los gerifaltes multimillonarios que hacen torres de cristal y marfil que llegan a los cielos ida y vuelta, y sostienen focos que iluminan todo el Golfo Pérsico, los muy horteras, no, me refiero a quienes de sol a sol ponen los ladrillos de los estadios, los circuitos de competición o rellenan el mar de islas de mentira para solaz del millonariaje mundano.

A ver si va a ser eso. Acabáramos, va a resultar que el problema final no es que nos preocupen los derechos civiles, laborales o ideológicos de nuestros hermanos humanos, va a ser que una ralea de informadores mediocres o paniaguados se encargan sin descanso de propalar a una opinión pública sumisa que acata sin rechistar que los malos son los cubanos comunistas del demonio y no esos paraísos en los que la mujer tiene prohibido enseñar las piernas o conducir. Cabe pensar que a algunos millonetis corporeison les jode no poder hincarle el diente a algún lugar de la tierra, y mientras el gobierno de turno acepte las normas del juego con naipes marcados pues su estado dejará, por arte de birlibirloque, de estar en las listas negras de los países malos que hacen el mal y tienen una prensa de mierda.

No sé si se entiende lo que pienso, amplío con un ejemplo más; Resulta que algunos miembros de una formación política de izquierdas han recibido de una u otra forma dineros de uno de esos imperios del mal y eso les convierte en poco menos que criminales, cualquier analfabeto tiene conocimiento de ello. Por otro lado, uno puede comprar por cien euros una camiseta a rayas horizontales con el nombre de un centrocampista en la espalda y el de otro esos vergeles democráticos en el pecho y pasear con ellas por el parque de la mano de los críos. ¿Quién nos está diciendo a dónde debemos mirar?

Propongo rescatar a Catar, un decir, una comitiva de senadores que viajen y así les damos algo que hacer, hay que lograr que tengan una televisión frívola como la nuestra, minifaldas, derechos laborales decentes y elecciones a jeque cada cuatro años. De paso que se olviden del mundial, que su calor no hay quien lo aguante ni en diciembre, con la promesa de devolución de la pasta de las mordidas. El mundial de furbol, digo.

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