Rodiles, lo prometido es deuda
Hace ya casi dos años que por este mismo medio anuncié mi decisión de no parar en Villaviciosa como medida de protesta por la privatización por parte de la alcaldía de la playa de Rodiles; era (y es) mi única forma de luchar contra lo que considero un abuso.
Lo he cumplido a rajatabla; pero en una de aquellas cartas terminaba diciendo a un señor que consideraba excesiva mi postura para con los maliayeses:
Si algún día Rodiles vuelve a ser una playa pública, no le quepa la menor duda que volveré a hacer lo mismo que he hecho toda mi vida hasta que el pasado año empezaron a cobrar.
Significará entonces que sus esfuerzos al igual que los míos y los de otras personas habrán llegado a buen fin, y sería un gusto entonces para mí invitarle a esas de sidra que ahora no me tomo, en el lugar que usted elija de su pueblo y a su salud.
Ahora en agosto dispondré de un poco más de tiempo libre y volveré por Villaviciosa como había hecho toda mi vida, la invitación sigue en pie.
Esta postura por mi tomada, me consta que fue seguida por otras personas que como yo se sintieron timadas. Y curiosamente, este último domingo hablando con una de ellas me comentaba que toda causa tiene su efecto y que el hecho de pasar de Villaviciosa les había llevado a conocer otras playas, preciosas por cierto, con muy buenos servicios, otros pueblos donde los habían acogido con los brazos abiertos, buenos bares, restaurantes, sidrerías y resto de servicios, y que se encontraban muy a gusto con lo que hacían ahora; terminó resumiéndomelo con una vieja frase el que fue a Sevilla perdió la silla. No sé si está bien traída la frase para este caso, pero se entiende perfectamente.
No va a ser ese mi caso. Además, como reza el encabezamiento, lo prometido es deuda y si de algo puedo presumir es de tener palabra. Pero comprendo perfectamente a mi amigo, porque a mí me pasó lo mismo.
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