Recordando a un amigo
Tengo un extraordinario amigo en Lugones que desde hace muchos días se encuentra "enfermito", un sobresaliente, notable escritor al que su querido pueblo bien conoce: se llama José Antonio Coppen. Cada semana que pasa echamos de menos en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA sus maravillosos escritos... Pero, no obstante, nos ha extrañado que nadie de su entorno amistoso lugonense haya escrito algo recordando sus interesantes y fraternos mensajes, como, por ejemplo, sobre "La felicidad... El valor de las pequeñas cosas" (LNE 08-02-2012) o "El silencio... El necesario pacto de la felicidad con nosotros mismos", entre tantos. Esperamos que a estas alturas de su interesante vivir no haya optado por la "soledad", sobre lo que me dijera uno de los viernes de nuestros encuentros en La Paloma Ubaldo, en el corazón da Oviedo: "Es como una cárcel sin rejas...". Ojalá que tal soledad sea pronto suspendida y que con su buen humor a flor de labios de siempre vuelva a reír con quienes siempre lo apreciamos.
Y para quien, meses atrás, cuando gobernaba el Ayuntamiento de Siero José Antonio Martínez Llosa, solicitamos con numerosas firmas que, por merecimientos indiscutibles, se le concediera su nombre a la Casa de Cultura de Lugones... Solicitud desinteresada, sin ningún atisbo de colores políticos, pero que por circunstancias inesperadas, como se sabe, la noble intención se quedó en el vacío. Ojalá que nuestro querido amigo se reponga prontamente de su mal estado, pues si se nos "va" El Morocho ojalá que sea para muy tarde (pues todos tenemos que irnos), entonces cambiarían las situaciones, se colmarían de artículos los diarios y los envidiosos de siempre que fueran a su entierro, dándose golpes en el pecho, echarían, no dudemos, alguna "lágrima" y proclamando los valores que le han escondido en vida, como ha sucedido casi siempre en la historia de España, bástenos recordar a Jovellanos, Pérez de Ayala, en las Asturias y otros tantos... Levanta el decaído espíritu, Coppen, vale la pena que volvamos, como en los ayeres, a escanciar fraternalmente ¡unas copas!
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