Fiesta de la Cerveza en Gijón, a gritos
Ya no sé si soy yo, es la edad o de verdad estamos sometidos a la tiranía de los pinchadiscos y encargados de la megafonía de este tipo de eventos, del que no se escapa nunca la misma "Semana negra". Hace poco en Oviedo montaron una buena Fiesta de la primavera en el Bombé del Campo San Francisco y aquello del sonido fue una locura. La música a todo trapo, puesta a un volumen que me hace dudar del sentido común del responsable.
Imposible entenderte con la gente que tienes a tu lado, imposible mantener una conversación medianamente audible, no te digo luego de un par de pintas de cerveza, aunque a esas alturas ya te importa menos. Muy mal. Ese bombardeo acústico a que nos someten, con borreguil tolerancia por nuestra parte, al que asistimos impasibles, sin protestar, no puede ser, debe regularse por una básica protección a la salud. Los dichosos "pinchas" no sé si ya están sordos o como andan concentrados en la música que buscan y tienen los auriculares puestos no se enteran, pero hacen insoportable y muy desagradable estar tres horas seguidas con esa agresión a los tímpanos, no digamos a la gente menuda, que está más expuesta.
De dónde sacará esta gente que a más volumen de música mejor ambiente, cuando ven además a todo el mundo sentado en sus mesas o de pie donde los grifos. Vaya, que aquello no es una pista de discoteca en que estén bailando, que tampoco en este caso lo veo justificado, ni mucho menos, aunque ya entra dentro de lo normal, como en algunos bares, que también. ¿De qué se trata, de que el personal lo pase bien y esté a gusto, o de sentir ellos el placer de tener el control de martirizar a todo el mundo? Es que si lo piensas bien, es una y sólo una persona la que causa el estropicio y fastidia la tarde a trescientos, por lo menos. No me entra en la cabeza.
Y si a mí me aturdió y me agravó el pitido que ya traigo en los oídos de modo permanente, no sé la gracia que les puede hacer esto a los camareros, que han de tragarse toda la jornada y el certamen completo del primero al último día. Yo, al menos, me fui cuando lo consideré y doy por cumplida la experiencia con este único día que lo visité. Pero ellos, ya me diréis. En fin. Ahí queda y ahí lo dejo, a costa de parecer un abuelo. Si a alguien le importa el tema, es de rigor afrontarlo o los otorrinos van a ver colapsadas las consultas de aquí a poco tiempo.
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