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Ni una seña de identidad de Candás

2 de Agosto del 2015 - Jesús García Salazar (Oviedo)

He leído dos cartas sobre Candás en estos últimos días y en este medio de comunicación. En una de ellas el Sr. Gutiérrez Suárez, empadronado en esta Villa, escribía sobre la necesidad de una ampliación y remodelación del muelle. En otra carta de opinión, escrita por González Cuervo, se recriminaba al primero su no natalidad candasina y hacía una defensa de la actual infraestructura del muelle.

Para empezar me presento y firmo como nacido (año 1957) y criado en Candás en la Avenida, por aquel entonces, Fernández Ladreda, pero por circunstancias de la vida laboral y familiar he tenido que ir a vivir a Oviedo y trabajar en la Cuenca Minera del Nalón. Por lo tanto puedo apreciar la evolución de un pueblo. He disfrutado de sus calles, jugado en todos los rincones y vivido la máquina llamada piqueta por la nefasta gestión urbanística de sus responsables políticos que llevan destrozando un pueblo marinero por excelencia.

Esto que digo no quita, en modo alguno, el amor que como candasín siento; sentimiento que todos y cada uno de los nacidos en la Villa tenemos y no sabemos la causa de ese especial y orgulloso sentir. La realidad no obstante es tan objetiva que prácticamente no queda ni una seña de identidad de un pueblo en cuanto a estructura urbanística y lo digo, aunque me pese y me entristezca, porque cualesquiera rincón que se escoja no le queda la esencia de la marinería como sí han respetado Cudillero, Lastres o Tazones, que han sabido y exigido diferenciar zona urbanística de zona portuaria. Hemos advertido desde cualquier mirador de Candás y observando la costa luanquina que la urbanización percibida era una auténtica chapuza y las preguntas que me hago son: ¿no nos dimos cuenta de lo hecho urbanísticamente y lo que se está permitiendo en Candás? ¿Queda algo de la zona portuaria típicamente candasina? ¡Creo que no! Ni tan siquiera las casitas con ojo de buey en la calle la cuesta. Ni tan siquiera las casas de la calle astilleros. Ni tan siquiera la plaza de la Baragaña, por poner algunos. Con esto no digo que el pueblo no tuviera que mejorar y modernizarse, pero no de esta manera tan escasamente mimada. De lo poco que podemos identificar como peculiarmente candasín es la cuesta del cura y todo lo que rodea a la iglesia. De lo que sí disfrutamos aún es del espíritu de las tradiciones, que no es poco aunque no sea suficiente

Si hablamos del muelle, y teniendo razón el Sr. Cuervo, he de decir que todos, gobernantes, responsables políticos, sociedad en general y vecinos en particular, hemos permitido que el muelle dejase de ser el lugar donde se olía a mar. Nos bañábamos entre lanchas. Nos tirábamos desde la almena y nos concentrábamos en la rambla. Creo que esto de por sí no es razón suficiente como para no mejorar el puerto y permitir la ampliación de su estructura, pero lo cierto es que lo hecho ha sido un dislate en infraestructura que, vuelvo a repetir, nadie se ha opuesto. Comparto, sin duda alguna, que la pretensión de cambiar aún más la bocana y ensanchar el dique donde tantos disfrutamos de los que llamamos piscina es una nueva temeridad y una nueva vuelta de tuerca hacia la mayor pérdida, si cabe, de lo poco que queda del puerto. Por cierto, de lo que sí estoy seguro es de la categórica y no olvidada conversación que he escuchado cuando tenía yo aproximadamente 12 años y pescábamos con sedal cualquier pececito que nos hacía sentir la vibración en la mano. La conversación de varios pescadores fue la siguiente: Antón, manda narices. Mira que dijimos que alargar el muelle desde el barcón iba a traer bancos de arena y ahora pretenden sacar un espigón en el musel. Anda, neno -respondía Pepe-, deber de ser que los estudiaos non saben lo que son les corrientes que nos están metiendo arena. Esta frase fue por aquel entonces una realidad y hoy es más realidad aún. Baste ver año tras año, verano tras verano, una draga sacando arena y el espigón del musel creciendo y me temo muy mucho que el cierre de la bocana no traerá más calado sino que remansará más la arena.

Por lo tanto, permítame, Sr. Cuervo, que le diga con todo respeto que no hace falta haber nacido como seña de identidad en Candás, pues simplemente con el razonamiento urbanístico y no haber permitido el desastre de un pueblo en el que es todo cemento, barandillas de acero inoxidable que, por cierto, en verano no hay quien ponga un brazo para contemplar la playa. Esta es la realidad y esta ha sido una batalla dialéctica que he mantenido con varios de los alcaldes que ha tenido el pueblo sin el resultado que yo, al menos, no hubiera consentido.

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