Pato cojo

9 de Agosto del 2015 - marcelo noboa fiallo (Gijon)

En los Estado Unidos de América, la tradición contempla que el segundo mandato de los presidentes electos se convierta en una especie de transición hacia el nuevo inquilino de la Casa Blanca, por lo que, en la práctica y de facto, el presidente del país más poderoso de la Tierra desacelera su gestión y no aborda o no se implica en grandes iniciativas. Suele decirse: lo que no se ha hecho en la primera legislatura difícilmente se hará en la segunda.

Probablemente esta tradición tenga más que ver las dificultades que el inquilino de la Casa Blanca tiene casi siempre con un Congreso adverso, consecuencia de las elecciones legislativas (renovación del Senado y Congreso) que se realizan a mitad de mandato. Ello ha conllevado que casi todos los presidentes hayan asumido el apelativo de Pato Cojo.

No es el caso esta vez con Barack Obama, que, lejos de ejercer de pato cojo, ha decidido pasar a la Historia como muy acertadamente señala Samir Nair: las revoluciones de 1989 cambiaron el mundo, y las del 2015 van a cambiar Estados Unidos.

No soy obamista, pero no lo soy por razones culturales e ideológicas; quiero decir que, a Obama (o a cualquier estadounidense) y a quien esto suscribe(*) nos separa no sólo el océano Atlántico sino toda una historia que ha configurado dos mundos, dos modos de entender la cultura, la política, lo social, la solidaridad, la vida. El ejemplo más claro lo ha sido el debate sobre la necesidad que un país tiene de prestar asistencia sanitaria a los que carecen de ella y que Obama (conociendo la mentalidad de sus paisanos), valientemente, se decidió a abordarla. Dicho debate, sin embargo, en los términos en que se produjo en los EE UU, no se habría producido en ningún país europeo (que la necesidad de la cobertura sanitaria a la población más necesitada choque con los principios fundacionales de los Estados Unidos de América). Ello no habría sido posible en la Europa nacida después de la II Guerra Mundial y, que con dificultades, se mantiene hasta hoy.

Dicho lo anterior, considero que Barack Obama es el mejor presidente de los Estados Unidos de América de los últimos sesenta años y, ello es así porque la magnitud de los temas abordados como supuesto pato cojo, por su propia naturaleza, pasarán a la Historia. Obama está impulsando en EE UU cambios revolucionarios en sus relaciones internacionales, en su política social y en las reglas que definen lo que es una familia, y estos cambios van a tener consecuencias más allá de sus fronteras. El restablecimiento de relaciones con Cuba después de más de medio siglo de hostilidades; el acuerdo con Irán sobre energía nuclear (con el Congreso en contra, la beligerante/amenaza de Israel y las dudas de Hilary Clinton), cuyas consecuencias económicas y geopolíticas no se están valorando suficientemente; la reforma sanitaria, ya mencionada, a pesar de sus limitaciones y no haber podido conseguir la universalización de la misma por tener en contra no sólo a la oposición republicana y a muchos demócratas, sino que también, incomprensiblemente, tenía en contra a una gran parte de la población. Finalmente, el verano de 2015 ha comenzado con una decisión que cambiará la vida de millones de personas que hasta ahora habían sido marginadas. En junio, la Corte Suprema de los EE UU, legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, una iniciativa que la Casa Blanca había venido apoyando, denunciando su injusticia y apelando a su legalización.

Todos esperamos, en fin, que su mandato termine con una anomalía histórica que repugna a los que defendemos los Derechos Humanos: el cierre definitivo de Guantánamo.

Estos días Obama se encuentra en tierras de sus antepasados, en África, diciendo cosas como éstas (ante los ataques que continúa recibiendo de la oposición republicana). Mike Huckabee: “Obama ha puesto a Israel a las puertas del horno (en referencia al Holocausto)”. El presidente decidió contestar ayer: “Los comentarios de Huckabee son parte de una tendencia general que estamos viviendo; serían ridículos si no fueran tan tristes. Tenemos a un senador que ha llamado a John Kerry Poncio Pilatos. Tenemos otro senador en ejercicio, que se presenta a presidente, que ha sugerido que yo soy el mayor patrocinador del terrorismo del mundo. Quizá logran atención y quizá sea sólo un intento de sacar al señor [Donald] Trump de los titulares, pero no es la clase de liderazgo que América necesita. Y no creo que nadie, demócrata, republicano o independiente, busque eso en sus líderes políticos. Dentro de 18 meses entregaré las llaves. Quiero estar seguro de que se las entrego a alguien que se toma en serio los problemas del país y el mundo. Y eso requiere de ambos lados, demócratas y republicanos, un sentido de la honestidad”.

Obama empezó su primer mandato con un discurso memorable en la puerta de Brandeburgo (Berlín) y nadie duda que terminará su mandato dando una lección del bien hacer en política, de diálogo, de respeto al adversario. Si fue un error concederle el premio nobel de la Paz al principio de su mandato, hoy probablemente no lo sea.

Personalmente, echaré de menos su elegancia, su estilo, su inteligencia, su honestidad, sus discursos. ¿Le ocurrirá lo mismo al pueblo norteamericano?

Marcelo Noboa Fiallo, Xixón

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