Machotes
“Cuando faltan razones, los hombres se gritan, algo que no ocurre cuando median las certezas” (Leonardo da Vinci). El proceso catalán, desde muchos frentes, está llenando de gritos y voces destempladas el ambiente. Los hay que interpretan la historia como una sucesión de agravios. Los hay que idealizan un mundo perfecto de independencias en las que se regalan caramelos por las calles y todos se abrazan. Los hay que han entendido que saltar a la arena política envueltos en según qué banderas les puede subir peldaños y ser al menos reyezuelos de su taifa, que para ser, necesitan que exista una disputa territorial como la sombra, para ser, necesita del Sol. Un territorio tiene todo el derecho a independizarse o fusionarse a otro si quienes allí habitan así lo deciden, faltaría más. Al menos, creo, como concepto. Otra cuestión es si pensar hoy en términos nacionales es o no acertado, ya que incorporar emociones como sustento de la unidad de destino parece propio de lugares atrasados y trasnochados.
Hay dudas razonables sobre si ese fervor patrio es tan suficiente y mayoritario como aparenta, porque quizás lo que esté pasando es que quienes enarbolan esteladas gritan más. A falta de certezas.
Por otro lado, el partido del Gobierno central ha recurrido a su propio griterío. Para razonar están sordos, eso es un hecho; su encastillamiento, su inmovilismo cerril, es una cuota de responsabilidad en los efectos de esa oleada de secesionismo. A la vez, ellos se sirven del problema catalán para desarrollar una aviesa estrategia; su representatividad en esas tierras es muy baja, pero no les importa mientras consoliden el poder central con un desmesurado españolismo y olé. Para no bajar a segunda división en Cataluña han elegido al supermacho con el que enfrentar al enemigo, un tipo que desayuna napalm y mea alambres de espino. Va a salir mucho en la tele, el pájaro, como es natural. En el PP esperan y yo temo que su chulería desmesurada y sus eructos tras zamparse un par de niños crudos encuentren el aplauso deseado. Se trata de polarizar para atraer el máximo de electrones, neutrones y macarrones. Se avecina un horizonte plagado de banderitas de unos y otros. Qué empacho, qué atraso.
Lo dicho: aquí, a gritos, vamos resolviendo las cosas, o no, pero da lo mismo. Lo importante es gobernar en mi terruño, o en el palacio de las princesas, o en la parroquia del barrio. Y para conseguirlo unos y otros van a apelar a los sentimientos que se generan en el bajo vientre.
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