¿Iremos de Málaga a Malagón?
El PP ganó hace casi cuatro años las elecciones generales con holgada mayoría, en parte, pienso yo, por el hartazgo que los ciudadanos teníamos entonces del cúmulo de errores del Gobierno del señor Zapatero, principalmente en su segunda legislatura, y también porque muchos votantes depositaron su voto en las urnas de manera irreflexiva y se dejaron llevar de cuantas promesas de encarrilar la situación les hacían entonces el señor Rajoy y demás líderes del PP.
Pasado el tiempo, se fue viendo que las promesas se quedaron en cantos de sirena para llevarse al personal a su propio huerto, y que la situación de déficit y endeudamiento a que había llegado el país no daba más que para tratar de corregirla a base de ingresar más, cosa difícil, y de otra parte recortar gastos, cosa fácil. Los ingresos trataron de aumentarlos por la vía fácil, subiendo impuestos, lo que hizo que en sólo unos meses, incluso aquellos que les habían votado, empezaran a manifestar su desencanto frente a lo que habían esperado del nuevo Gobierno. Los gastos, por otra parte, recurrieron también a lo fácil: recortes de todo tipo en los servicios básicos y en prestaciones a los ciudadanos; congelación salarial a los sufridos funcionarios. Los pensionistas, entre los que me encuentro, vimos cómo casi de un día para otro se cargaron la normativa de actualización de las pensiones conforme al IPC, tal como llevaba muchos años establecida, y se sacaron de la manga una mísera e insultante revalorización mínima garantizada cada año de un 0,25%, que en años de bonanza, que a mi juicio nunca van a llegar, puede ser de un máximo del IPC más un 0,5%; y así un sinfín de tropelías para los ciudadanos pero no para los políticos. Ellos siguen gozando de sus múltiples prebendas y canonjías en sus chiringuitos, gozando de cuanto ellos mismos se aprueban, sin ponerse en ese caso zancadillas ni obstáculo alguno cuando de mejorar ellos se trata. Para ninguna otra cosa se ponen de acuerdo, pero para seguir gozando de todo tipo de privilegios y mamandurrias, para eso siempre se ponen de acuerdo en el primer minuto de la primera sesión de la legislatura.
Lo triste de todo lo que expongo que creo nos pasa es que quienes pretenden hacerse con el poder amenazan con despilfarrar más aún y dicen que ellos nos van a dar el oro, el moro y el tesoro. Yo, que hace tiempo que, por viejo, no me fío de nada ni de nadie, empiezo a ponerme en lo peor, y hay noches en que tengo pesadillas, viéndome a partir del resultado de las próximas elecciones haciendo cola de madrugada en el cajero del banco para cobrar lo poco en que me hayan convertido para entonces, mi mísera pensión. Ojalá mis actuales sueños cambien para bien, y quienes ganen las próximas elecciones acierten a encarrilar la economía de este país que, aunque no rico, bien administrado, pienso que daría para bastante más que para mantener a gente de profesión gorrón y chupasebos.
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