¿Dónde dejo a mis hijos?
A lo largo de mis años como educadora infantil, me he dado cuenta de muchas cosas y, entre ellas, una es que un niño o niña que entran en una escuela infantil, si lo hace con una sonrisa en la boca y no quiere marcharse de allí a la hora de ir a buscarlos, es que algo se está haciendo bien por parte del personal que trabaja en ella, desde la persona que abre la puerta para que lo veas llegar y recibe a los padres hasta el personal de la cocina y de la limpieza. Dejan a su hijo e hija, lo más preciado que tienen, porque cuando hacen la entrevista contigo les has contado tanto en tan poco tiempo que los has enganchado a ti. Les has dicho que en cada aula habrá dos personas, que trabajarán codo con codo para que se adapte a la escuela, para que viva en ella como en su casa, para que descubra el mundo porque se lo vamos a mostrar todo, dependiendo de su edad, de su madurez, de sus ganas; que lo vamos a conocer para saber qué quiere... y luego llega la realidad. A lo mejor si tiene suerte la persona que le hace la entrevista está con su hijo o hija, a lo mejor si sigue la misma no es la compañera que iba a estar con ella la que sigue o no está a la misma jornada. Otra cosa es que haya el mismo número de personal y suficiente para atenderlo porque somos humanos y están las enfermedades, y las causas personales y los días de asuntos propios y derechos ineludibles, bueno, el día a día de un trabajador o trabajadora. Pagan por un servicio que no abarca como máximo ocho horas y nosotros trabajamos siete (en la escuela, no me matéis). Hay que abrir y cerrar las escuelas, no todas ofrecen lo mismo, no existe un criterio unificado. Desayunos, comidas, meriendas, siestas, higiene...y además, juega, divierte, muestra, cuenta y consuela y en un abrir y cerrar de ojos que es igual al momento siguiente. Y más porque puede ocurrir que un año les digas que en septiembre nos vemos y no estés. Dónde dejaría a mis hijos, pues donde cumplieran lo que prometen. Ofrecemos calidad y calidez, y damos a montones; pero para darlo tenemos que tener el número de personal adecuado, porque en ganas, empeño y profesionalidad nos salimos de la media. Si no das tanto amor como recibes, una escuela no vive.
Marta Fernández Sierra, Lada (Langreo)
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