Mujeres, uníos

24 de Agosto del 2015 - Sara Paz Suárez (LOS CAMPOS, Corvera)

¡Nos están matando!

Nos están matando por ser mujeres.

Hoy el país entero está sobrecogido por el doble crimen de Cuenca. Marina y Laura pasan a engrosar la lista negra de las víctimas de violencia de género. Habrá minutos de silencio, homenajes, lágrimas, hasta que llegue la siguiente, una menor agredida por su novio en Avilés, y después la siguiente, y la siguiente. Y parece que esta horrible lacra nunca tendrá fin.

Piensa, recuerda, tú, ávida lectora de este periódico: ¿cuántas situaciones en tu corta o larga vida como mujer te han hecho sentir incómoda? ¿Cuántas calificarías de violencia? Si hay algo que une a todas las mujeres del mundo, independientemente de su nacionalidad, lengua, tradición, cultura, ideología, es la violencia. La violencia que recibimos desde que somos pequeñas y durante nuestra vida; violencia de mayor o menor intensidad, pero al fin y al cabo violencia.

Porque no sólo nos matan, nos violan, nos acosan por la calle con piropos y a toque de claxon, nos tocan el culo “disimuladamente” en las discotecas, nos llaman putas, nos dicen cómo vestir o cómo comportarnos, legislan sobre nuestro cuerpo, nuestra maternidad y nuestra sexualidad. Tampoco podemos volver solas a nuestras casas tranquilas por la noche, tenemos miedo.

En todos los espacios donde una mujer lleva a cabo su vida: su trabajo, su hogar, la calle, los espacios de ocio, los espacios políticos, los medios de comunicación, la publicidad... en todos ellos sufrimos violencia que en muchos casos nos conduce a la muerte, y, en otros, nos convierte en víctimas silenciosas que acceden a que su pareja les controle el móvil o que tienen que soportar en su puesto de trabajo comportamientos machistas.

La única solución es apostar por políticas educativas en igualdad y por acabar con este sistema patriarcal y machista en el que seguimos viviendo. Pero apostar de verdad, porque algo está fallando. Y quizás más que nunca sea la hora de pasar a protegernos nosotras mismas. Y sólo podremos protegernos mediante la lucha incesante por la igualdad: igualdad en nuestras casas, en nuestros barrios, en nuestros trabajos. No permanezcáis calladas, porque el silencio es cómplice de la violencia. Denunciemos cada acto de violencia que sufra una mujer, por mínimo que sea.

Y por todo ello, hoy más que nunca, me reafirmo en que el 7 de noviembre estaré en Madrid gritando bien alto “¡No a la violencia de género!”. Porque ya no es sólo cuestión de derechos, de igualdad, de dignidad. Es cuestión de supervivencia.

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