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La picaresca de algún inmigrante al volante

24 de Diciembre del 2008 - José Pablo González Peláez (Gijón)

El domingo 7 de diciembre, cuando me disponía a regresar a mi domicilio, me vi envuelto en un accidente de tráfico increíble.

Después del partido del Real Oviedo, al que había asistido junto con mi hijo de 10 años y un amigo, había quedado con mi esposa y mi otro hijo al final de Valentín Masip, donde nos estaban esperando junto al coche, para marchar.

Una vez en el coche, espero que pase el vehículo que venía en ese momento, me incorporo a la circulación y lo hago detrás del mismo, y como estamos prácticamente a 10 metros del paso de peatones que hay al final de la calle, ambos nos detenemos y cuando reemprende la marcha y lo ha rebasado para girar a la derecha, frena de repente y yo hago lo mismo, pero no puedo evitar un leve golpe con su defensa trasera, sin ningún daño, como después ratificará la Policía Local.

El vehículo contrario avanza unos metros y aparca a la derecha, y como es lógico, yo hago lo mismo y me bajo del coche, para mirar si existen daños, aunque desde el coche ya se apreciaba que no los había. Por su parte, la conductora del vehículo contrario también se baja y cuando se pone a mirar si hay daños y le comento que no se aprecia ninguno; incomprensiblemente, empieza a decirme que se marea, que le duele el cuello y se arrodilla y pone la mano en el suelo y se tumba.

Inmediatamente, sale su marido del coche, hablando ya por el teléfono móvil y solicitando una ambulancia urgente, sin ni siquiera mirar qué le pasa a su esposa, como si ya supiera que se iba a desvanecer, indicando que han tenido un accidente de tráfico, que su esposa está "muy mal", que su hija también se queja y que él se encuentra con molestias en el cuello.

Mi mujer, que es enfermera y perpleja ante la increíble actitud de estas personas, le toma el pulso a la conductora, siendo éste totalmente normal, algo incomprensible en una persona que acaba de desvanecerse, pero ella insiste en que se encuentra "muy mal".

Por mi parte, y ante el cariz que está tomando el incidente, decido llamar a la Policía Local, pues me da miedo cómo pueda acabar todo esto.

Cuando la Policía Local llega, les extraña cómo un golpe sin la más mínima repercusión en los vehículos puede tener esta cadena de lesiones en uno, en el que viaja una familia sudamericana (con los nervios no he preguntado por su país de procedencia) y ninguna en el otro, el mío, que viajo con mi esposa, un amigo y mis dos hijos de 10 y 5 años, pero lógicamente tienen que seguir con su trabajo y levantar el correspondiente atestado. Y la ambulancia, que también llega en ese momento, recoge a la madre y a la hija y las lleva al hospital.

Mientras nos toman los datos, la gente que lo ha visto, se acerca a los policías y comentan que cómo pueden permitir esta tomadura de pelo, que todos han visto cómo la conductora del otro vehículo se dejaba caer al suelo, echándole un teatro tremendo, que se veía claramente que no existían daños entre los dos vehículos y, por tanto, es imposible tantas personas lesionadas, ambulancias y todo lo que se estaba produciendo.

La Policía, por su parte, y como es lógico, les contestaba que ellos no son quiénes para juzgar si las lesiones son correctas o no y si el uso de la ambulancia procede o no y que si los ocupantes del otro vehículo habían decidido eso ya lo juzgará quien corresponda.

Realmente, a todos nos pareció, incluidos los testigos que observaron el accidente, que tenían perfectamente estudiado cómo actuar en un caso semejante y yo ya dudo de si frenaron intencionadamente una vez cruzaron el paso de peatones para que yo les alcanzara, y aunque el impacto fuera nulo, por lo visto posteriormente, no fue lo suficiente para evitar este tremendo e increíble resultado final, tres lesionados, movilización de una ambulancia, con su coste correspondiente, un coche de Policía Local y otro de atestados, más los gastos que se ocasionarán al servicio de urgencias del hospital. Además de utilizar esos mecanismos (ambulancia y urgencias) que deberían destinarse para quien realmente los necesite y no de manera tan irresponsable.

Después de todo esto, supongo que conseguirán unas indemnizaciones de baja por lesiones, que es lo que parece y la gente comentaba ha sido la intención final de todo lo que pasó.

Yo no sé si con la crisis económica y el tremendo aumento del paro se está disparando la picaresca y la gente busca la manera de conseguir dinero fácil y ésta puede ser una de ellas. Pero desde luego estas actitudes a nada bueno nos conducirán, y aunque algunos ya le hayan sacado beneficio y a mí me ocasione futuros perjuicios, al final estos abusos afectarán a más gente, y cuando aumente el número de perjudicados entonces se producirá la reacción y luego lamentaremos haber dejado crecer estos sucesos sin ningún control.

Yo, de momento, voy a cargar con las consecuencias de un siniestro de una magnitud que no existió, pero otro día le puede pasar a cualquiera, y lo que era un incidente leve, convertirse incomprensiblemente en un accidente grave y con lesiones. Cuántas veces todos hemos visto cómo en pequeños golpes traseros los conductores se bajan, miran si hay daños y si no hay nada se marchan y punto final.

Y para finalizar, no entiendo cómo se puede abusar con tanta facilidad de todos nuestros mecanismos de bienestar social, sin importarles que todos estos abusos y todos estos gastos a nuestra Seguridad Social, seguros, etcétera, algún día puedan acabar pasando factura al sistema, pues todo tiene un límite y el dinero también se acaba.

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