Los bandos de Tierno Galván
Aprovecho un tiempo de asueto y vacación para retirar de una estantería un libreto titulado “Los bandos del alcalde” y leer por cuarta vez esa publicación que reúne diecisiete proclamas o edictos realizados entre los años 1979 y 1985, en las que don Enrique Tierno Galván, utilizando los recursos del idioma “de todos los tiempos”, compartía con los madrileños las preocupaciones que lo embargaban como regidor de la villa y corte.
Han pasado muchos años desde la publicación a la que el filólogo don Fernando Lázaro Carreter denominaba “risueñas prosas serias, docentes y didácticas”. Pero sigue siendo una delicia volver a repasar, aunque sea fuera del tiempo en que se escribieron estos edictos con los que el alcalde llamaba al orden a los vecinos de Madrid para que reflexionaran sobre los problemas de la vida en la ciudad. El orden de la circulación rodada, la actuación de la grúa, la suciedad de las calles, los ruidos evitables y la falta de respeto mutuo que daña la convivencia ocupan unas memorables páginas del buen hacer. En otras los invitaba a participar en las “grandes y sonadas fiestas” bajo la advocación del santo patrono de la villa, en el día de la Constitución o en las fiestas de Navidad; y, asimismo, en vísperas de acontecimientos importantes como pudieran ser el Mundial de fútbol o la celebración de la Feria del Turismo (Fitur), recomendaba a los madrileños a dar una buena acogida “a los muchos visitantes”.
Nada quedó fuera de estos bandos que son un tratado de “civismo y de urbanidad” que exhortan e inducen a los vecinos a que mantengan su compostura y buenas maneras respetando las normas de convivencia ciudadana, que no debe ser empeñada por “testimonios de rencor, vituperio o recordación importuna de remotos males y querellas”. Unas llamadas a pasar página al pasado de confrontación siguiendo el espíritu reconciliador de la Transición.
Comparar los modales que transpiraban estas proclamas con las maneras de algunas alcaldes y concejales que están hoy al frente de ayuntamientos y ciudades resulta, cuando menos, desconsolador. El alcalde Tierno Galván regía para todos y su talante, respetuoso y conciliador, contrasta con la crispación, el sectarismo, el afán revisionista y la arrogancia que muestran algunos de estos recién llegados y que se presentan como “descubridores” de la democracia y portadores únicos de soluciones milagrosas a los problemas que presenta actualmente nuestro país.
Sí, ciertamente, tienen legitimidad para gobernar y merecen cien días de gracia, pero les vendría muy bien leer los bandos afables y cordiales del alcalde Tierno. Aprenderían, al mismo tiempo, el arte del buen gobierno sustentado por la cordialidad y la armonía que, como es bien sabido, son bases de la convivencia.
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