En defensa del Club Patín Areces
Estoy en esa edad que tiende a restar importancia a todo aquello que se quede al margen de la familia y del círculo de amigos que te van acompañando a lo largo de toda una vida. Pero por mucho que intente aislarme de los contubernios del entorno para disfrutar de lo que considero más cercano e íntimo, lo cierto es que el largo bagaje relacionado con el deporte del patín me impide hacer de tripas corazón. Es por eso que me siento incómodo mirando hacia otro lado cuando, por rencillas personales, ansia de protagonismo o simple vanidad que padecen algunos directivos locales, se está a punto de reventar una de las señas de identidad del deporte moscón.
El Club Patín Areces tiene una larga historia de trabajo, de sacrificio y, cómo no, de éxitos. Paseó el nombre de Grao fuera de nuestras fronteras con dignidad, sabiendo guardar respeto y sacando pecho porque un municipio pequeño y humilde como el nuestro fue capaz de estar en la élite de la competición. Pero, además, supo fortalecerse desde los cimientos, creando escuela y convirtiendo en realidad la ilusión y los sueños de muchos chavales que apostaron por llegar alto en este deporte.
Hablo del pasado cuando me gustaría hacerlo del presente, pero el presente se muestra incierto y turbulento. Afloran los problemas, pero si alguien tiene problemas con el presidente que los solucione en los tribunales y no las tome con el club. Porque detrás queda un montón de gente que se esmeró en los momentos difíciles. Ahora es uno de esos momentos. Vuelve a ser necesario arrimar el hombro más que nunca para sacarlo adelante. Aquellos que, por cuestiones personales, se empeñan en dividir el hockey base en Grao es muy probable que acaben con el hockey sobre patines en Grao.
Lo único que pido es un poco de sensibilidad y sensatez por lo que el Club Patín Areces representa. Sensibilidad y sensatez a nivel individual y desde las instituciones, y que todos los que llevamos en el corazón un pedazo de la historia del deporte local no caigamos en la tentación de mirar hacia otro lado mientras manos ajenas quiebran la estela del club, y lo que es peor: su futuro.
José Antonio Sánchez de Arriba, Grado
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