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Cueves, Ribadesella, vivencias de un riosellano vecino de Oviedo

21 de Agosto del 2015 - José Manuel Alonso Blanco (Oviedo)

Cueves (Cuevas) es un pueblo del concejo de Ribadesella, situado a 7 kilómetros de la villa. Es un pueblo rural como tantos en Asturias, con sus casas y hórreos, una pequeñísima ermita dedicada a Santiago, patrón del pueblo.

Lo que hace diferente a Cueves, no sólo en Asturias, sino en todo el Estado español (España), es su singular acceso. Este se realiza a través de una gruta natural auténtica, con sus estalactitas y estalagmitas formadas durante cientos de años. La carretera en su interior es un poco sinuosa. Está bien iluminada, con las luces colocadas estratégicamente que la hacen aún más bella.

La historia de mi familia está un poco ligada a esta gruta natural. Mi padre, un hombre bueno y sabio, cuando aún niño había que procurarse el sustento, le enviaban sus padres desde San Miguel de Ucio al molino para realizar la molienda de maíz, teniendo que atravesar dicha gruta natural.

Con tan sólo 8 años cogía el burro y cargaba su molienda. El trayecto era rutinario hasta llegar a la Cuevona de Cueves, aquí el animal debido a la total oscuridad no quería pasar, se negaba en rotundo.

Mi padre tenía que zurrar fuerte al burro para que este empezara la marcha. Al principio de la cueva hay una zona que tiene luz natural, pero en aquella época, total oscuridad.

Así que pegando fuerte al animal y agarrándose al rabo, ambos emprendían la travesía. Por la gruta pasa un río conocido como el ríu de Cueves y había que tener cuidado no caerse a él, pero el burro, animal inteligente, lo evitaba.

Llegando al final de la Cuevona de Cueves aún faltaban unos kilómetros para que el molino hidráulico transformara el grano de maíz en harina de maíz, sustento imprescindible de toda la familia, pues eran los duros tiempos de la posguerra civil.

Después aún quedaba la vuelta y un nuevo paso por la cueva, de regreso.

Mi madre, mujer alegre, buena hortelana, conocida como “La Nena del Picu Ramonón”, también tiene sus vivencias. Ella y su amiga Esther iban a visitar a sus familiares a Cueves. Previamente pasaban por casa de “tíu Ramón” el cual les aprovisionaba de una rudimentaria antorcha, la “Nena”, aún niña y muy miedosa, quería encender dicha antorcha en la zona de la Caverna que aún estaba iluminada por la luz natural.

Entonces al hacer esto, cuando llegaban cerca del final, la oscuridad se apoderaba de todo y el miedo era intenso.

Caminando con tiento, mucha precaución, se divisaba un rayo de luz y estas dos mujercillas (niñas) ya estaban salvadas. A la vuelta la misma historia y vuelta a empezar.

Yo, hijo de "la Nena" y nacido en el “Picu Ramonón” de niño también tenía miedo en dicha Cuevona. De aquella había sólo tres luces funcionando, o menos, pues la chavalería tiraba piedras sobre ellas y las rompía. Era su diversión. Eran tres puntos de orientación, no en línea recta, sino todo lo contrario. Había un momento que se andaba a oscuras hasta divisar la siguiente bombilla.

Al final el rayo de luz natural nos indicaba que el fin del trayecto estaba a punto de concluir.

Hace unos años que la gruta se iluminó con bombillas situadas estratégicamente, para así lucir sus mejores galas. En el interior se colocó encima del río un escenario para realizar conciertos de música clásica, ya que la sonoridad es buena a pesar del elevado grado de humedad.

Se acercan muchos turistas durante el verano y el tráfico de personas y coches conviviendo es elevado, con gran peligro para la seguridad del peatón. Algunos colocan su trípode en el medio de la carretera, ignorando a los vehículos que transitan.

La Cuevona es como el electrón (dualidad onda partícula), pues es carretera y gruta natural a la vez.

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