Sanidad a tres turnos
No es revelar ningún secreto afirmar que la sanidad pública tiene importantes carencias que es necesario solventar. Desde los responsables políticos a los pacientes, pasando por todos los niveles profesionales directamente implicados en la prestación de este vital servicio a los ciudadanos, conocen perfectamente tanto sus virtudes como sus defectos, y creo que, sin excepción, todos son conscientes de que, o participan en su solución, o forman parte del problema, cada uno, por supuesto, en modo y forma diferentes. A los responsables políticos les concierne aportar los recursos necesarios para que se pueda disponer de las instalaciones y equipos adecuados; a los profesionales les corresponde la adecuada administración de los medios que se pongan a su disposición y la prestación sanitaria al paciente con la calidad y diligencia debidas, y, por último, a los usuarios, la utilización racional del servicio. Cualquier elemento de esta cadena que falle repercutirá negativamente, en mayor o menor medida, en el logro de conseguir el objetivo de calidad, ya no digo excelencia, que todos esperamos y deseamos.
Es lógica humana que todo el mundo quiera disponer de los máximos recursos para realizar la gestión que tenga encomendada; pero, dado que éstos siempre serán limitados, se tendrán que suplir las carencias con una buena administración y organización, además de una buena dosis de imaginación. Para ello será condición sine qua non que cada puesto esté ocupado por la persona más capacitada para el desempeño de su tarea, dentro de las posibilidades de la organización, huyendo de las clásicas designaciones a dedo tan frecuentes en nuestro corrompido sistema político.
Dado que la sanidad es algo que nos preocupa a todos, no es nada extraño que organismos que ejercen como fiscalizadores, tales como los sindicatos y otros, se manifiesten frecuentemente pidiendo soluciones, sin aportar, en la mayoría de los casos, nada positivo al problema. La última ocurrencia del tándem Braga-Pino, a la sazón líderes de UGT y CC OO, en su primera reunión con el recién estrenado consejero de Sanidad, proponiendo que los médicos trabajen a tres turnos como si se tratara de empleados de Arcelor Mittal, confundiendo producto con servicio, no es de recibo: supone una declaración de desconocimiento del trabajo de estos profesionales grave y, cuando menos, los desacredita como interlocutores para estos menesteres. Por diversas razones, por ser una paciente que utiliza con frecuencia los servicios sanitarios del Principado, tanto de atención primaria como de diversas especialidades del Huca, sé lo que es esperar estoicamente largo tiempo mirando hacia una pantalla hasta que aparezca mi turno y, por tal razón, también creo que sería necesario que se ampliara el horario de atención por las tardes, en las que frecuentemente se realizan pruebas diagnósticas, disponiendo de más profesionales que atiendan los medios con los que está dotado el Hospital. A título de ejemplo, puedo indicar que el 17 de agosto, para realizar un ecocardiograma por la tarde, el tiempo de espera, sobre la hora de la cita, superó los 90 minutos, con un solo equipo funcionando, mientras que otros gabinetes que disponían de los medios para realizar esta prueba estaban totalmente desiertos, con la agravante de que no se encontraba a nadie que pudiera facilitar información a excepción de unas empleadas de limpieza que, como es natural, no era ésta su función. A pesar de ello, lo que jamás se me ocurriría sería pedir que este trabajo se realizase a tres turnos. Me gustaría ver la cara de alguno de los susodichos citado a las tres de la madrugada para realizar una consulta o una prueba diagnóstica ordinaria. Sería un horror, seguro.
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