¿Hay esperanza para el campo?
Es una pregunta que nos hacemos todos los que tenemos algún vínculo con el medio rural. Asistimos al último suspiro del campo y nadie vuelve sus ojos al grito desesperado de los cientos de ganaderos y agricultores que subsisten a duras penas y que ven como el esfuerzo de toda una vida no llega a buen puerto.
Estamos en crisis, de acuerdo, pero ¿por qué se plantean mil ayudas para determinados sectores de la industria y se olvidan del campo? Cada día que pasa el precio de la leche al productor baja, al igual que sucede con la carne y la fruta, sin embargo al consumidor ni un céntimo de menos se le cobra. Muchas ganaderías ya han cerrado o se lo están planteando, porque llegamos a un punto en el que lo básico no se puede pagar con la única fuente de ingresos que hay y que cada día es más exigua, y el problema es que una gran parte es regentada por personas de mediana edad que aún les faltan unos años para poder acogerse a una jubilación, bien merecida, y a la que no van a llegar de seguir así el sector.¿Qué les ofrece esta sociedad en crisis donde los trabajos escasean y para los que muchos de ellos no están capacitados, por su deteriorado físico después de una vida de duras tareas y por la falta de cualificación? ¿Dónde van a ir? Me gustaría que alguno de nuestros políticos, que se dedican a levantar polvareda para distraer a toda la nación, les explicase a todos estos votantes, qué van a hacer cuando su medio de vida ya no les cause más que deudas con el banco y aún cerrando sigan perdiendo. ¿Quién va a mantener a todos estos autónomos del campo que cotizaron desde muy jóvenes y que cuando se acerca su vejez ven que no hay alternativa al cierre y no saben de qué van a comer mañana ya que ni siquiera tienen derecho a un mísero paro?
Como no basta con depender energéticamente del exterior, con la desaparición del sector también para los productos alimenticios más básicos.
Habrá futuro para el campo, pero no para el de este país.
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