Algo falla en el Partido Popular
Cuando a un determinado partido se le sientan en el Parlamento un número de diputados de irregulares comportamientos, tan alejados de lo que debería ser la norma y la virtud política, es que algo sustancial falla en ese partido y, de rebote, en el propio sistema que permite, como si nada, que se llegue a situaciones tan poco ejemplarizantes.
Diputados comprados por constructoras, diputados que trabajaban para entidades financieras, diputada con exabruptos del tipo "Que se jodan" (refiriéndose a los parados), moralmente imperdonables, diputada exministra de Sanidad beneficiaria de corrupción, diputados conduciendo bajo los efectos del alcohol, diputada vicepresidenta de la Cámara sorprendida jugando al Candy Crush, diputado ministro del Interior que se reúne de "forma privada" en su despacho oficial con el señor Rato, imputado en varias causas.
Estos son sólo algunos ejemplos que se conozcan. Y los que no están en el Congreso están en ese cementerio de elefantes conocido por Senado, que sólo sirve para pagar grandes sueldos del dinero de todos y como retiro dorado de unos cuantos privilegiados.
Cuando estas conductas indeseables se repiten tan a menudo es lógico pensar que algo grave sucede en el partido del Gobierno, incapaz de hacer una crítica profunda y honesta de su gestión que le permita equipararse a cualquier otra organización política de la derecha europea. Son demasiados los posos franquistas y otras malas conductas asumidas a lo largo del tiempo los que hacen imposible desarrollar un trabajo libre, crítico y honesto con el partido mismo y con sus electores. Esas gaviotas, hoy por hoy, son pura ortopedia, sin posibilidad de remontar el vuelo hacia los lugares más nobles de la política.
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