El cardenal Rouco vive con sencillez y sobriedad
Desde que el diario "El País" aireó el infundio injusto y reaccionario -lo cual es sospechoso en un diario que presume además de anticlerical y progresista- de que el cardenal Antonio María Rouco vivía como un príncipe renacentista, no faltan quienes alardean de su fobia contra el cardenal. En su presencia en Asturias para inaugurar los cursos de La Granda 2015 con una conferencia magnífica en la que analizó la influencia del Concilio Vaticano II cincuenta años después de su clausura, el cardenal se mostró como realmente es: asequible, sencillo, incluso tímido, dotado de una clarividencia especial para conocer la intrahistoria de la Iglesia española durante la transición y la democracia. No faltan quienes incluso dentro de la Iglesia católica quieren transmitir una visión distorsionada de la persona y de la obra del cardenal Rouco, por la defensa que siempre ha hecho de temas morales tan importantes y a los que la Iglesia no debe renunciar y sí proclamar a tiempo y a destiempo cómo son: la defensa de la familia como célula fundamental sin la cual no puede subsistir ninguna sociedad que se precie, el matrimonio como Dios lo fundó sobre la unión de un hombre y una mujer, la defensa de la vida humana desde su misma concepción hasta la muerte natural, como un derecho fundamental sin el cual no existe ningún otro derecho porque no existe la persona humana. La libertad de educación y el derecho de los padres y de los alumnos a recibir la educación religiosa que deseen para sus hijos sin ser perseguidos ni marginados por las ideologías políticas de turno sean de derechas o de izquierdas. El cardenal Rouco no lo ha sido de ningún gobierno y de ningún color político; eso es un invento de los que no toleran la libertad de la Iglesia para cumplir con su deber fundamental que es proclamar el Kerigma Cristiano. Por lo que se ve, la última moda del tripartito ovetense encabezado por el dúo Taboada-Rivi, lo del alcalde es harina de otro costal, es la fijación eclesial.
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